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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Aprended Geometría - Fredric Brown

Henry miró el reloj, a las dos de la mañana cerró el libro desesperado. Seguramente lo suspenderían al día siguiente. Cuanto más estudiaba geometría, menos la comprendía. Había fracasado ya dos veces. Con seguridad lo echarían de la Universidad. Sólo un milagro podía salvarlo. Se enderezó. ¿Un milagro? ¿Por qué no? Siempre se había interesado por la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones muy sencillas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había probado. Y aquel era el momento o nunca. Tomó de la estantería su mejor obra de magia negra. Era sencillo. Algunas fórmulas. Ponerse a cubierto en un pentágono. Llega el demonio, no puede hacernos nada y se obtiene lo que se desea. ¬El triunfo es vuestro! Despejó el piso retirando los muebles contra las paredes. Luego dibujó en el suelo, con tiza, el pentágono protector. Por fin pronunció los encantamientos. El demonio era verdaderamente horrible, pero Henry se armó de coraje. - Siempre he sido un inútil

El Final - Fredric Brown

EL FINAL El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años. - Y he encontrado la ecuación clave - dijo un buen día a su hija -. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho campo. Apretando un botón mientras hablaba, dijo: - Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto - dijo, hablaba mientras botón un apretando. - Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que máquina la. Campo un es tiempo el. - Hija su a día buen un dijo -. Clave ecuación la encontrado he y. Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor el. FINAL EL

El Asesino - Stephen King

Repentinamente se despertó sobresaltado, y se dio cuenta que no sabía quién era, ni qué estaba haciendo ahí, en una fábrica de municiones. No podía recordar su nombre ni que había estado haciendo antes. No podía recordar nada. La fábrica era enorme, con líneas de ensamblaje, cintas transportadoras y con el sonido de las partes que estaban siendo ensambladas. Tomó uno de los revólveres terminados desde una caja donde estaban siendo, automáticamente, empaquetados. Evidentemente había estado operando en la máquina, pero ahora estaba parada. Recogió el revólver como algo muy natural. Caminó lentamente hacia el otro lado de la fábrica, a lo largo de las rampas de vigilancia. Allí había otro hombre empaquetando balas. ¿Quién Soy? le dijo pausadamente, indeciso. El hombre continuó trabajando. No levantó la vista, daba la impresión que no le había escuchado. ¿Quién soy? ¿Quién soy? gritó, y aunque toda la fábrica retumbó con el eco de sus salvajes gritos, nada cambió. Los hombres contin