Entradas

Mostrando entradas de junio, 2016

De cómo llegó Plash–Goo al País que Nadie Desea - Lord Dunsany

En una choza con techo de paja, de tan descomunal tamaño que podríamos considerarla un palacio, aunque no fuera más que una choza por su estilo constructivo, sus vigas de madera y la índole de su interior, vivía Plash–Goo. Plash–Goo era uno de los hijos de los gigantes, cuyo monarca era Uph. El linaje de Uph había menguado en corpulencia durante los últimos quinientos años, de manera que ahora los gigantes no sobrepasaban los quince pies de altura; no obstante, Uph comía elefantes, que atrapaba con las manos. En la cumbre de las montañas que rodeaban la casa de Plash–Goo –pues Plash–Goo vivía en el llano– habitaba un enano llamado Lrippity–Kang. El enano solía caminar al atardecer por las crestas más altas de las montañas, subiéndolas y bajándolas, y era achaparrado, feo y peludo; y Plash–Goo lo vio claramente. Durante varias semanas, el gigante había soportado verlo hasta que finalmente le molestó su presencia (como suele ocurrir a los hombres con las cosas insignificantes) y ya no pu

Los perros de Tíndalos - Frank Belknap Long

I —Me alegra que hayas venido —dijo Chalmers. Estaba sentado junto a la ventana, muy pálido. Junto a uno de sus brazos ardían dos velas casi derretidas que proyectaban una enfermiza luz ambarina sobre su nariz larga y su breve mentón. En el apartamento de Chalmers no había absolutamente nada moderno. Su propietario tenía el alma medieval y prefería los manuscritos iluminados a los automóviles, y las gárgolas de piedra a los aparatos de radio y a las máquinas de calcular. Retiró, en mi obsequio, los libros y papeles que se amontonaban en un diván y, al atravesar la estancia para sentarme me sorprendió ver en su mesa las fórmulas matemáticas de un célebre físico contemporáneo junto con unas extrañas figuras geométricas que Chalmers había trazado en unos finos papeles amarillos. —Me sorprende esta coexistencia de Einstein con John Dee —dije al apartar la mirada de las ecuaciones matemáticas y descubrir los extraños volúmenes que constituían la pequeña biblioteca de mi amigo. En las estant