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Mostrando entradas de enero, 2018

La bruja Baba-Yaga - Aleksandr Nikolaevich Afanasiev

Vivía en otros tiempos un comerciante con su mujer; un día ésta se murió, dejándole una hija. Al poco tiempo el viudo se casó con otra mujer, que, envidiosa de su hijastra, la maltrataba y buscaba el modo de librarse de ella.      Aprovechando la ocasión de que el padre tuvo que hacer un viaje, la madrastra dijo a la muchacha:      -Ve a ver a mi hermana y pídele que te dé una aguja y un poco de hilo para que te cosas una camisa.       La hermana de la madrastra era una bruja, y como la muchacha era lista, decidió ir primero a pedir consejo a otra tía suya, hermana de su padre.      -Buenos días, tiíta.      -Muy buenos, sobrina querida. ¿A qué vienes?      -Mi madrastra me ha dicho que vaya a pedir a su hermana una aguja e hilo, para que me cosa una camisa.      -Acuérdate bien -le dijo entonces la tía- de que un álamo blanco querrá arañarte la cara: tú átale las ramas con una cinta. Las puertas de una cancela rechinarán y se cerrarán con estrépito para no dejarte pasar; tú úntale lo

Traidor - José María Aroca

Le cogieron en París. Los seres misteriosos habían desaparecido. Pero unas cuantas chozas de brillante metal en la tundra siberiana daban mudo testimonio de que no había sido una pesadilla. En realidad, podía haber sido una pesadilla. Una pesadilla durante la cual la Tierra había permanecido indefensa, incapaz de resistir o de huir, mientras las extrañas formas aleteaban sobre sus verdes campos y sus hermosas ciudades. Y el despertar no había aportado la convicción de que todo había sido un mal sueño. No, había sido una espantosa realidad. Y los terrestres no habían sido capaces de resistir a los seres misteriosos, del mismo modo que un chiquillo no es capaz de matar al ogro de su cuento favorito. Un curioso parangón, porque lo que finalmente había salvado a la Tierra había sido un cuento infantil. Una fábula. La antigua fábula del león y el ratón. Cuando el león hubo agotado su orgullosa ciencia contra los invencibles e inmortales invasores de la Tierra, el ratón atacó y los venció. E

Punto de Vista - Enrique Agudo

Las luces del paseo se encendieron creando alguna tenue sombra en la arena de la playa. Un niño con la cabeza rapada pasó en bicicleta delante de Jeremías. Cuando se alejaba, giró la cabeza y le mostró la lengua. Jeremías sintió el irrefrenable impulso de lanzarse hacia él, agarrarlo y tirarle de la bicicleta, pero tras tensarse eligió seguir su camino. Las baldosas ascendieron en rampa hasta el paseo del puerto, donde las gaviotas habían ido desapareciendo a medida que los pescadores regresaban a sus hogares. Se apoyó en una barandilla y así permaneció, mirando el horizonte. Abajo, en la orilla, un hombre chapoteaba con el agua hasta los tobillos mientras encendía un cigarro. Tuvo ganas de saltar abajo y hacerle tragar el maldito cigarro. Pero prefirió contemplar la caída de la tarde por encima del apacible mar. El individuo del cigarro se acercó a una bolsa de deporte y de ella extrajo una escopeta con mira telescópica. Jeremías se agarró con fuerza a la barra que le sujetab