Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2018

Mirada - Guill de Raice

Yo soy la mirada que guarda silencio que sonroja a la muerte y ciega la bruma. Habito el vacío,   abrazo la soledad, respiro tristeza, que nunca se irá.

Respuesta - Fredric Brown

Dwar Ev soldó ceremoniosamente la última conexión con oro. Los ojos de una docena de cámaras de televisión le contemplaban y el subéter transmitió al Universo una docena de imágenes sobre lo que estaba haciendo. Se enderezó e hizo una seña a Dwar Reyn, acercándose después a un interruptor que completaría el contacto cuando lo accionara. El interruptor conectaría, inmediatamente, todo aquel monstruo de máquinas computadoras con todos los planetas habitados del Universo –noventa y seis mil millones de planetas– en el supercircuito que los conectaría a todos con una supercalculadora, una máquina cibernética que combinaría todos los conocimientos de todas las galaxias. Dwar Reyn habló brevemente a los miles de millones de espectadores y oyentes. Después, tras un momento de silencio, dijo: –Ahora, Dwar Ev. Dwar Ev accionó el interruptor. Se produjo un impresionante zumbido, la onda de energía procedente de noventa y seis mil millones de planetas. Las luces se encendieron y apagaron a lo lar

El nuevo Papá Noel - Brian W. Aldiss

Roberta, la menuda anciana, bajó el reloj del estante y lo puso sobre la hornalla; luego tomó la tetera e intentó darle cuerda. El reloj había llegado casi al punto de ebullición antes de que ella se diera cuenta. Chillando en voz baja, para no despertar al viejo Robin, tomó el reloj con un repasador y lo dejó caer sobre la mesa. Marchaba furiosamente. Lo contempló. Aunque Roberta daba cuerda al reloj todas las mañanas al levantarse, llevaba meses sin echarle una mirada. Esa mañana, al contemplarlo, vio que eran las 7:30 del día de Navidad, 2388. –¡Dios mío! –exclamó–. ¡Navidad, ya! ¡Si parece que apenas han pasado las Pascuas! Ni siquiera tenía idea de que fuera el año de 2388. Tanto ella como Robin llevaban mucho tiempo en la fábrica. Se sintió contenta de que fuera Navidad, porque le gustaban las sorpresas... pero también sintió algo de miedo. Porque aquello la llevaba a recordar al Nuevo Papá Noel, y habría preferido no pensar en eso. El Nuevo Papá Noel, según se decía, hacía sus r

Tienda de chatarra - John Brosnan

Joe descubrió la tienda por casualidad durante uno de sus paseos a la hora del almuerzo. Estaba apretujada entre una fábrica en ruinas y un vacío almacén en una pequeña callejuela. Si le preguntan el lugar exacto, Joe será incapaz de contestar, aunque él sabe que se hallaba cerca de las cocheras de tranvías. No era lo que se llama propiamente una tienda, dice Joe; no había escaparate, no había nada, en realidad no era más que una barraca. En fin, Joe se detiene al llegar a la tienda y atisba el interior. No consigue ver gran cosa porque el sol brilla bastante ese día, y el interior está oscuro, pero vislumbra un letrero en una mesa, cerca de la puerta, que tiene escrita la palabra CHATARRA. Joe, como es sabido, es aficionado a husmear en tiendas de chatarra y similares, y entra. Todavía no puede ver nada, deslumbrado como está por el sol, pero el lugar huele mal. El ambiente es caluroso y húmedo, tiene un sabor «metálico» (si le preguntan a Joe qué pretende decir con eso, él supondrá q

Sennin - Ryunosuke Akutagawa

 Un hombre que quería emplearse como sirviente llegó una vez a la ciudad de Osaka. No sé su verdadero nombre, lo conocían por el nombre de sirviente, Gonsuké, pues él era, después de todo, un sirviente para cualquier trabajo.   Este hombre -que nosotros llamaremos Gonsuké- fue a una agencia de COLOCACIONES PARA CUALQUIER TRABAJO, y dijo al empleado que estaba filmando su larga pipa de bambú:   - Por favor, señor Empleado, yo desearía ser un sennin.[1]¿Tendría usted la gentileza de buscar una familia que me enseñara el secreto de serlo, mientras trabajo como sirviente?   El empleado, atónito, quedó sin habla durante un rato, por el ambicioso pedido de su cliente.   - ¿No me oyó usted, señor Empleado? dijo Gonsuké-. Yo deseo ser un sennin. ¿Quisiera usted buscar una familia que me tome de sirviente y me revele el secreto?   - Lamentamos desilusionarlo -musitó el empleado, volviendo a fumar su olvidada pipa-, pero ni una sola vez en nuestra larga carrera comercial hemos tenido que buscar

Un caso de Psicoanálisis - Castle y Caraván

Era una hermosa mañana, una de esas mañanas agradables que prometen una jornada llena de satisfacciones. El doctor Nicholls se frotó las manos con alegría y las pasó luego por su calva cabeza, silbando algo parecido a una tonada popular, mientras se hamacaba en su sillón giratorio. El caro y elegante escritorio brillaba bajo la luz solar. En ese momento el reloj dio diez campanadas. —¡El tiempo es oro! —gritó el doctor Nicholls, hablando consigo mismo—. ¡Al trabajo, al trabajo! Su índice tocó el timbre que sobresalía a su derecha. La decorativa secretaria apareció silenciosamente. —Hay un paciente, doctor. Uno nuevo. El corazón del sicoanalista dio un salto gozoso en su pecho, como una trucha jugueteando sobre las aguas tras un escarabajo dorado. —¡Que pase! —exclamó—. ¡No lo haga esperar, señorita! ¿Necesito peinarme la barba? —No, doctor. Está perfectamente bien. —¡Entonces no perdamos tiempo! —Doctor... —la muchacha pareció dudar. —¿Bueno? —Este paciente no parece rico... —¿No? —¡Y

No puedo evitar decir adiós - Ann Mackenzie

Me llamo Karen Anders y tengo nueve años y soy pequeña y morena y corta de vista y vivo con Max y Libby y no tengo amigas Max es mi hermano y es veinte años mayor que yo y tiene los ojos juntos y aire preocupado nosotros los Anders fuimos siempre muy caseros tiene asma también Libby siempre fue guapa pero ahora ha cogido peso y en su bikini nuevo parece una luchadora de lucha libre a mí me gustaría tener un bikini pero Lib no me lo comprará yo creo que no me daría tanto miedo el agua si tuviera un bikini amarillo que ponerme en la playa Una vez cuando yo tenía siete años mi padre y mi madre fueron de compras y no volvieron nunca a casa hubo un atraco en el banco como en la tele y Lib dijo que aquel loco les segó por la mitad Antes de que se fueran yo sabía que tenía que despedirles y yo dije claro y despacito adiós Mamá primero y luego adiós Papá pero nadie se fijó mucho viendo que sólo iban de compras pero después Max se acordó y le dijo a Libby por la forma en que esa nena dijo adiós

Sangre - Fredric Brown

En su máquina del tiempo, Vron y Dreena, los dos últimos sobrevivientes de la raza de los vampiros, huyeron hacia el futuro para escapar de la aniquilación. Se estrechaban fuertemente las manos y se prodigaban mutuas palabras de consuelo, tan grandes eran su terror y su hambre. En el siglo XXII la Humanidad los había descubierto, averiguando que la leyenda de los vampiros que vivían en secreto entre los seres humanos no era una leyenda sino una realidad. Hubo una matanza en la que perecieron todos los vampiros pero aquellos dos, que ya habían estado trabajando en una máquina del tiempo y que consiguieron terminarla a punto, pudieron huir con ella. Hacia el futuro, a un futuro tan lejano que el término vampiro hubiese caído en el olvido, con el resultado que ellos podrían pasar de nuevo inadvertidos... y con su simiente hacer surgir una nueva raza. - Tengo hambre, Vron. Un hambre terrible. - Yo también, mi querida Dreena. Pronto volveremos a parar. Ya se habían detenido cuatro veces y e

La Primera Máquina del Tiempo - Fredric Brown

El doctor Grainger dijo solemnemente: - Caballeros, la primera máquina del tiempo. Sus tres amigos la contemplaron con atención. Era una caja cuadrada de unos quince centímetros de lado con esferas y un interruptor. - Basta con sostenerla en la mano - prosiguió el doctor Grainger- , ajustar las esferas para la fecha que se desee, oprimir el botón y ya está. Smedley, uno de los tres amigos del doctor, tomó la caja para examinarla. - ¿De veras funciona? - Realicé una breve prueba con ella - repuso el sabio-. La puse un día atrás y oprimí el botón. Me vi a mí mismo - mi propia espalda-  saliendo de esta sala. Me causó cierta impresión, como pueden suponer. - ¿Qué hubiera sucedido si usted hubiese echado a correr hacia la puerta para propinar un buen puntapié en salva sea la parte a usted mismo? El doctor Grainger no pudo contener una carcajada. - Tal vez no hubiese podido hacerlo... porque eso hubiese sido alterar el pasado. Es la antigua paradoja de los viajes por el tiempo, como ustedes