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Mostrando entradas de noviembre, 2020

Rincón de Poesía: Cuesta trabajo - Lucía Rivadeneyra

Cuesta trabajo mantener abiertos los ojos pero se      a veces lo he visto que disfrutas mis gemido que aplaudes mi taquicardia sudorosa que contienes con suspiros al eros epiléptico que tralada mis células de brasa Yo lo sé      a veces lo adivino 

Rincón de la Poesía: Nocturna suma - Elías Nandino

Deletreo el espacio y no comprendo esas gotas de luz en plena noche que tiemblan, que se ensanchan, que se encogen, y expresan desde el cielo las frases de su pulso luminoso. Yo no sé si es altura o es abismo el sitio en donde asoman, o si son o no son; pero las miro como enjambre de islas en incendio y sufro su atracción, su intenso brillo, su tímido mirar... Las cuento, muchas veces, muchas veces... Me olvido de la cuenta y me detengo para empezar la cuenta nuevamente, y la vuelvo a perder, cayendo siempre en la fuga de un número disperso. Las cuento, muchas veces, muchas veces... Y si gozo al contar, es porque siento que capto más y más, al Creador, cuando sumo y me sumo en sus estrellas.

La mejor mentira - Cuento judío

 Hershele vivía en una pequeña aldea de Polonia que se llamaba Ostropolie. Era un hombre muy pobre, y le costaba alimentar a su familia. Sin embargo, tenía tanta alegría de vivir que se podía permitir venderle un poco a los demás. Un día, hambriento como de costumbre, Hershele entró en una panadería. –¿Me daría uno de esos pancitos con semilla de amapola? –le pidió al panadero. –Cómo no, Hershele, siempre que tengas con qué pagarlo –dijo el panadero. Y le alcanzó un pancito de aspecto tierno y delicioso. Hershele lo miró por todos lados sin mucho interés y finalmente se decidió: –Disculpe, pero cambié de idea, se lo devuelvo. Prefiero esa rosquita dulce. El precio es el mismo, ¿verdad? El panadero volvió a poner el pan en su lugar y le dio a Hershele la rosquita. –¡Mmm, qué deliciosa! –dijo nuestro pícaro amigo–. Creo que voy a comérmela aquí mismo. Dicho y hecho, se la devoró en un instante sin dejar ni una miga. Se estaba por ir cuando el panadero lo detuvo. –Hershe

Chac Mool - Carlos Fuentes

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por el sudor de la cocina tropical, bailar el sábado de gloria en La Quebrada y sentirse «gente conocida» en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien, pero ahora, a los cuarenta y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, y a medianoche, un trecho tan largo! Frau Müller no permitió que se velara —cliente tan antiguo— en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido en su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos a la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba baj

Rincón de la poesía: En un lugar de tu vientre - Jesús Gómez Morán

lanzó en un grito el alma desgarrada; después, eché a reír, y en aquel punto me despertó mi propia carcajada. “Sueños” Heinrich Heine Cual gota cuyo rostro se fractura es mi sonrisa que recuerda la hora cuando puse en tu vientre, hecha de aurora una pequeña perla de locura. Surge tu sombra de la torcedura de un cristal vuelto pócima impostora pues en mi paladar, quien más te añora, milagro inverso al vino hizo aguadura. La foto sin sonrisas, se repite y aunque depositó en mi alma la seca perla de la amargura, haré un desquite: si de ese instante quedan sólo cáscaras ríamos, que entre más grande es la mueca de dolor, lo serán también sus máscaras.

Rincón de la Poesía: Espuma virgen - Oscar Wong

Una mujer preguntará por mí, su voz resonará en las piedras, se volverá rescoldo, brisa, alba danzarina. Y el viento me traerá el rubor, su condición de tulipán sonoro y ante la espuma virgen se inclinará el corazón enmudecido. Bajo el suave aleteo incandescente del mediodía que palpita una mujer hermosa preguntará por mí. Y yo seré la hierba agradecida.

Médico y maestro - Cuento alemán

  Cuando el tremendo pícaro alemán Till Eulenspiegel llegó a Nuremberg, lo primero que hizo fue poner carteles en las puertas de las iglesias presentándose como un famoso médico capaz de curar toda clase de enfermedades. Lo cierto es que en el hospital de Nuremberg había muchos enfermos; demasiados. El director estaba preocupado y pensó que nada perdería con probar. Se encontró con Till y le preguntó si podía hacer algo por sus pacientes. –Por quinientas monedas de plata –aseguró Till–, puedo curarlos a todos. El director del hospital, por supuesto, no le creyó una palabra. Pero tenía curiosidad por saber cómo se las arreglaría ese farsante para hacerse pasar por médico. –Está bien –le dijo–. Podemos pagar las quinientas monedas, pero sólo después de ver con mis propios ojos que los pacientes están sanos y fuera del hospital. Till Eulenspiegel fue de inmediato al hospital, donde revisó cuidadosamente a los enfermos, uno por uno. Antes de despedirse, hacía jurar al enfermo que

Olvido - César Antonio Alurralde

Busco a mi perro que lo apodamos Olvido, cuyo mote jamás recuerdo. Mi mujer le colgó del cogote un collar con la palabra Olvido para ayudarme. Todo resultó en vano pues el perro se lo pasa en la calle. Yo en casa, y con mi falta de memoria, traté de llamarlo por su nombre que siempre olvido, aunque de solo pensarlo, él viene.

Durmientes - Antonio di Benedetto

 En su interioridad tan guardada que ni murmura lo que está soñando, en la noche para nada interrumpida en su silencio, el hombre sueña la muerte repentina de un ser querido. La mujer, que duerme a su lado, da un grito desgarrado de pena. El hombre despierta. Ella sigue durmiendo, pero soñando que llora.

Amor 77 - Julio Cortázar

Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

La montaña - Enrique Anderson Imbert

  El niño empezó a treparse por el corpachón de su padre, que estaba amodorrado en su butaca, en me dio de la gran siesta, en medio del gran patio. Al sen tirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorriéndose, se puso todo duro para ofrecer al juego del niño una solidez de montaña. Y el niño lo fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del pecho, en los brazos, en los hombros, in móviles como rocas. Cuando llegó a la cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie. —¡Papá, papá! —llamó, a punto de llorar.    Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño, hundido en la nieve, quería caminar y no podía.    —¡Papá, papá!   El niño se echó a llorar, solo sobre el desolado pico de la montaña.

La deuda de la tortuga - Cuento de Camerún

 Mbo, la tortuga, se había quedado sin un centavo, lo que le pasaba bastante seguido. ¿Para qué cuidar algo que se podía conseguir tan fácilmente? –Cerdo, por favor, necesito que me prestes un poco de plata. –¡Nunca es un poco tratándose de Mbo! –le contestó el cerdo de mal humor–. ¿Y cómo puedo saber que me la vas a devolver? Pero Mbo se lo juró por la luna y el sol, por la salud de sus hijos y por la felicidad de su mujer, se lo juró por su vida y finalmente consiguió convencerlo. –Espero cobrar ese dinero en la próxima luna –dijo el cerdo. Pero pasó un mes, pasaron dos, tres, y la tortuga no parecía acordarse en absoluto de la deuda. Furioso, el cerdo decidió ir a la casa de Mbo a cobrar su dinero como fuera. Por la ventana, la tortuga vio que el cerdo gruñía de muy mal humor mientras se acercaba. En ese momento su esposa estaba moliendo maíz sobre una gran piedra. –Querida mía, quiero que escondas la piedra y uses mi caparazón como si fuera una piedra de moler –dijo M