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Mostrando entradas de septiembre, 2021

El gnomo bigotudo y el caballo blanco - Cuento Ruso

       En cierto reino de cierto Imperio vivía una vez un Zar. En su corte había unos arreos con jaeces de oro, y he aquí que el Zar soñó que llevaba estos arreos un caballo extraño, que no era precisamente blanco como la lana, sino brillante como la plata, y en su frente refulgía una luna.  Al despertar el Zar por la mañana, mandó lanzar un pregón por todos los países, prometiendo la mano de su hija y la mitad de su imperio a quien interpretase el sueño y descubriese el caballo. Al oír la real proclama, acudieron príncipes, boyardos y magnates de todas partes, mas por mucho que pensaron, ninguno supo interpretar el sueño y mucho menos saber el paradero del caballo blanco. Por fin se presentó un campesino viejecito de blanca barba, que dijo al Zar: - Tu sueño no es sueño, sino la pura realidad. En ese caballo que dices haber visto ha venido esta noche un Gnomo pequeño como tu dedo pulgar y con bigotes de siete verstas de largo y tenía intención de raptar a tu hermosa hija, sacándola

Dos compadres - Pueblo San Mateo del Mar

 Entonces se fueron. Habían llegado muy lejos cuando se hizo noche. El hombre encendió una luz y vieron el reflejo de los ojos de un animal. El hombre dijo: —Ah, ahí está un venado. Le disparo y luego usted lo va a cargar, compadre. —Ah, tal vez está pesado —contestó. —No, no está pesado, pero sí es grande. Pero cargaremos poco a poco. —Esta bién. Entonces el hombre le disparó al animal mientras el otro, que no llevaba escopeta, miraba. Alcanzó a ver como saltó el animal. Se puso contento y dijo: —Ah, ya lo matamos, compadre —dijo el que no llevaba escopeta. —¿Cómo dices “ya lo matamos”? ¿Por qué dices: “ya lo matamos”? ¡¿Qué, usted trae la escopeta?! Debes decir: “Ya lo mataste”. Pues yo lo maté porque traigo la escopeta. Quedamos que usted viene solamente de cargador —le dijo. —Está bien —dijo. El pobre hombre se puso muy triste. Le dio vergüenza por haberle dicho así. Porque él dijo: “Ah, ya lo matamos, compadre”.  Entonces se fueron. —Vamos a ver —dijo el que disparó. Fueron a ver

Isla cuarenta y siete - R. A. Lafferty

  1 —Quincy, tendremos que hacer algo con eso de las serpientes en la habitación de las chicas —dijo Europa Phelan—. La presión para deshacerse de ellas es intolerable, y Tierra Noche está cada vez más cercana. —Oh, toca un tambor diferente durante un rato —sugirió Quincy Pehlham—. No pasa nada malo con las serpientes. Han sido nuestras amigas personales durante mucho tiempo. Si no le gustan a Hugo Katz, peor para él. A mí me gustan, y a las chicas también. Tienen estilo, encanto, belleza, colores en el alma, dignidad y gracia. Hugo Katz no tiene ninguna de esas cosas. Yo digo que dejemos en paz a las serpientes y que echemos a Hugo Katz. Las serpientes poseen estilo y encanto y belleza. Se enroscan y desenroscan con cambios caleidoscópicos. Se sirven a sí mismas, aparentemente, a partir de un grupo de copas a otro diferente. Caen como la espuma revuelta y coloreada de las cataratas, y se alzan con el lento movimiento de las fuentes. Se dan la vuelta de dentro hacia afuera y lueg