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Mostrando entradas de julio, 2022

Las arenas azules de la Tierra - Robert F. Young

Marte ha sido durante décadas el objetivo favorito de los autores de SF. Desde Wells a Bradbury, pasando por Rice Burroughs, han sido legión los astronautas literarios que han hecho volar (nunca mejor dicho) su imaginación hacia el sugestivo planeta rojo. Si un hipotético marciano leyera todo lo que los terrestres han escrito sobre su mundo, probablemente se partiría de risa... O, tal vez, como "venganza poética", escribiría un relato romo el que sigue. NOTA: La historia que sigue llegó hasta mi por conductos hasta ahora inaccesibles, cuya naturaleza no puedo ni debo divulgar. Es, por lo que sé, la primera historia marciana de ciencia ficción que llega a la Tierra, y aunque siga su propio curso, hay muchas cosas que se pueden deducir de ella, como, por ejemplo:  1) Que los marcianos son muy parecidos a nosotros.  2) Que su civilización es muy parecida a la nuestra.  3) Que todo el tiempo que los escritores de ciencia ficción de la Tierra han empleado usando a Marte como esp

Cómo se salvó Wang‑Fô - Marguerite Yourcenar

     Avanzaban lentamente, pues Wang ‑ Fô se detenía durante la noche a contemplar los astros y durante el día a mirar las libélulas. No iban muy cargados, ya que Wang ‑ Fô amaba la imagen de las cosas y no las cosas en sí mismas, y ningún objeto del mundo le parecía digno de ser adquirido a no ser pinceles, tarros de laca y rollos de seda o de papel de arroz.       Eran pobres, pues Wang ‑ Fô trocaba sus pinturas por una ración de mijo y despreciaba las monedas de plata. Su discípulo Ling, doblándose bajo el peso de un saco lleno de bocetos, encorvaba respetuosamente la espalda como si llevara encima la bóveda celeste, ya que aquel saco, a los ojos de Ling, estaba lleno de montañas cubiertas de nieve, de ríos en primavera y del rostro de la luna de verano.      Ling no había nacido para correr los caminos al lado de un anciano que se apoderaba de la aurora y apresaba el crepúsculo. Su padre era cambista de oro; su madre era la hija única de un comerciante de jade, que le había legado

Catwings - Úrsula K. Le Guin

  La señora Juana Rayas no podía explicar por qué tenían alas sus cuatro hijos. —Supongo que el padre fue uno de esos que vuelan mucho de noche —dijo un vecino y se rió con voz burlona, mientras revolvía el volquete. —Tal vez tienen alas porque, antes de que nacieran, yo soñé que sabía volar, que podía escaparme volando de este barrio —dijo la señora Juana Rayas—. Thelma, tienes la cara sucia; lávate. Rogelio, deja de golpear a Jaime. Jacinta, cuando ronroneas tienes que cerrar un poco los ojos y acariciarme con las patas delanteras; sí, así está mejor. ¿Cómo está la leche esta mañana? —Muy buena, mamá, gracias —le contestaron los cuatro con alegría.   Eran buenos hijos y estaban muy bien criados. Pero aunque no lo decía, la señora Rayas estaba muy preocupada por ellos. En realidad vivían en un barrio terrible, que estaba empeorando. Ruedas de autos y de camiones que pasaban todo el día, basura y más basura en las calles, perros hambrientos, infinidad de zapatos y botas que c