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Mostrando entradas de mayo, 2010

Los anteojos - Edgar Allan Poe

Hace algunos años estuvo de moda ridiculizar lo que llamamos el flechazo en el terreno del amor; pero los que saben pensar, así como los que sienten profundamente, siempre han abogado por su existencia. En efecto, los modernos descubrimientos, en lo que puede llamarse magnetismo, o estática magnética, nos ofrecen la comprobación de que los más naturales y, en consecuencia, más verdaderos e intensos afectos humanos, son los que brotan del corazón como por simpatía eléctrica. En otras palabras, que las más alegres y llevaderas cadenas sentimentales son las que se remachan con una mirada. La confesión que me dispongo a hacer, añadirá uno más a los innumerables ejemplos de esta verdad. El carácter de mi relato me obliga a ser bastante minucioso. Soy todavía muy joven; aún no he cumplido los veintidós años. Mi apellido, hoy día, es corriente, casi plebeyo: Simpson. Y digo "hoy día", porque sólo últimamente he comenzado a llamarme así. El motivo fue heredar un importante legado q

La máscara de la Muerte Roja - Edgar Allan Poe

La «Muerte Roja» había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era su encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía. Y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora. Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil robustos y desaprensivos amigos de entre los caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez ade