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Mostrando entradas de junio, 2022

La biblioteca de Babel - Jorge Luis Borges

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente.  La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto.  En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué e

Las imprudentes plegarias de Pombo el Idólatra - Lord Dunsany

Pombo el idólatra había dirigido a Ammuz una súplica sencilla, indispensable, de esas que incluso un ídolo de marfil podía conceder con suma facilidad, y Ammuz no la había concedido inmediatamente. Luego, Pombo había rezado a Tharma pidiendo el derrocamiento de Ammuz, un ídolo simpático a los ojos de Tharma, y al hacerlo violó el protocolo de los dioses. Tharma rehusó conceder la petición.  Pombo suplicó desesperadamente a todos los dioses de la idolatría, pues aunque se trataba de un asunto sencillo, era indispensable para él. Dioses más antiguos que Ammuz rechazaron las plegarias de Pombo, e incluso dioses más recientes y por tanto de mayor reputación. Les suplicó uno a uno y todos rehusaron escucharle. Al principio él ni siquiera pensó en aquel sutil protocolo divino que había violado. Se le ocurrió de repente mientras rezaba al quincuagésimo ídolo, un diosecillo verde jade conocido de los chinos, contra el cual se habían aliado todos los demás ídolos. Cuando Pombo descubrió esto si

La angustiosa historia de Thangobrind el joyero, y el funesto destino que le aconteció - Lord Dunsany

Cuando Thangobrind el joyero oyó la ominosa tos, se volvió en seguida hacia aquel angosto camino. Era un ladrón de gran reputación, protegido de los encumbrados y los elegidos, pues lo más pequeño que había robado era un huevo de Moomoo y en toda su vida únicamente robó cuatro tipos de piedras preciosas: Rubíes, diamantes, esmeraldas y zafiros; y como joyero su honradez era enorme.  Un Príncipe Mercader se había presentado ahora ante Thangobrind y le había ofrecido el alma de su hija a cambio de un diamante más grande que una cabeza humana, que debía encontrarse en el regazo del ídolo-araña Hlo-hlo, en su templo de Moung-ga-ling; pues había oído decir que Thangobrind era un ladrón en el que se podía confiar. Thangobrind lubricó su cuerpo y salió de su tienda, y recorrió en secreto apartados caminos y llegó tan lejos como Snarp, antes de que alguien supiera que había salido por negocios o echara de menos su espada de su lugar debajo del mostrador. Por eso únicamente se ponía en marcha d

El patio cuadrado - Amparo Dávila

Atardecía y desde el patio descubierto se podía ver un crepúsculo tan enrojecido como un incendio o como un mar de púrpura. Era uno de esos patios de provincia, cuadrados, con corredores y habitaciones a cada lado. Horacio estaba junto a mí mirando el atardecer, y en los rincones de los corredores unos embozados permanecían replegados y quietos como si fuera un coro secundario; un acompañamiento en sordina, o a sotto voce .  No sé si sería por aquel ocaso ensangrentado o porque era esa hora de la tarde en que uno se siente especialmente triste que ninguno de los dos hablábamos. De pronto descubrí la silueta de un hombre que se recortaba contra el fondo rojísimo del cielo como un puñal negro, clavado en el borde mismo de la cornisa del patio. Un mínimo impulso bastaba para q ue se precipitara al vacío. —Se va a matar —le dije a Horacio. —Se va a matar —dije de nuevo, porque el hombre permanecía sin dar un paso atrás, como si estuviera resuelto a lanzarse. Busqué con la mirada a Ho

La novia del hombre caballo - Lord Dunsany

La mañana en que cumplía doscientos cincuenta años, Shepperalk el centauro se dirigió al arca dorada, en donde los centauros guardaban sus tesoros, y cogiendo de ella el amuleto que su padre, Jyshak, había extraído en sus años mozos de la montaña dorada, y engastándolo con ópalos trocados a los gnomos, se lo puso en la muñeca y, sin decir palabra, fue a la cueva de su madre.  Y también se llevó con él el clarín de los centauros, la famosa trompa de plata, que en su tiempo había conminado a la rendición a diecisiete ciudades de los Humanos, y que durante veinte años había sonado frente a las murallas rodeadas de estrellas en el Sitio de Tholdenblarna, baluarte de los dioses, cuando los centauros libraron su fabulosa guerra y no fueron batidos por las armas, sino que se retiraron lentamente envueltos en una nube de polvo antes de producirse el decisivo milagro de los dioses que aquéllos trajeron ante su desesperante carencia de arsenal propio.  Tomó su clarín y se alejó a grandes zancada