El secreto de Lena - Michael Ende
La puerta estaba allí así, sola, y en el dintel aparecía un gran número 7 pintado de color negro. Debajo había una placa de latón con la siguiente inscripción: A la segunda consulta, Si lo tienes a bien. La puerta se abrió por sí sola y una ráfaga de viento empujó a Lena dentro. Bajó a trompicones unos cuantos escalones que conducían al sótano, y cuando llegó abajo, a punto estuvo de resbalar, pues se encontró con una capa de hielo lisa como un espejo. El lago, que ya conocía de la primera visita, también estaba allí esta vez, pero ahora helado. La barca también aparecía, pero ahora inmovilizada. Allí era invierno, y los alrededores conformaban un paisaje nevado. Esta vez Lena tuvo que recorrer a pie el largo camino hasta la isla, y además con mucho cuidado, paso a paso, no sólo por lo resbaladizo que era, sino también porque no sabía si el hielo sería capaz de resistir su peso en todos los sitios; de vez en cuando crujía y restallaba de la manera más sospechosa. Cuando, por fin, ...