Una foto - Milia Gayoso
Vestido rojo y botas de lluvia. Cuatro años y mi peso
sobre sus rodillas. La foto en blanco y negro debió ser descrita una y otra
vez, para que fueran satisfechas mis curiosidades sobre el color de mi
indumentaria. Piqué rojo. ¿Qué es piqué, mamá?
Seguramente llovió aquel día, por eso también él tenía botas de goma, pero
altas y negras que le permitían entrar en el río para acomodar sus canoas.
Olvidé preguntar por el color de las mías. ¿Serían las grises? ¿Las celestes?
¿La amarilla y roja? Posiblemente me hayan puesto la amarilla con patos rojos y
un par de nubecitas sin color.
Los dos sonreíamos. Mi cara redonda como una toronja, y sus ojos verdes que
eran puro hechizo. (¿Habrás dejado un rato tu trabajo para venir a mimarme
abuelo?) Quizás llovía mucho y no había pasajeros.
Me parece oler los buñuelos fritos bajo el galpón del fondo. Puedo verla a ella
sentada en su silleta más grande que la mía con infinita paciencia dando vuelta
una y otra vez a sus redondas bolitas de harina, huevo casero, azúcar y limón
rallado, que luego bañará en azúcar morena y llevará a la mesa con su cafetera
enlozada de color verde, exhalando el exquisito olor a cocido quemado.
Miro la foto y creo escuchar el golpeteo de las olas, en la costa del río y el
salto de los peces festejando la caída de más agua. ¿Quién nos sacó la foto?
Quizás algún fotógrafo viajero con su máquina vieja con manivela y caja oscura
y misteriosa. ¿Quién me puso la ropa? Veo a mamá adolescente arreglándome el
pelo y limpiando el barro de mis botas, para que no se viera en la foto.
E imagino a abuela corriendo desde el fondo a la sala, para ver a su «princesa»
posando sobre el trono. Mirándonos con esa ternura tan honda que transmitían
sus ojos, mirándonos feliz, mientras sus buñuelitos se quemaban en la paila.
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