Dos compadres - Pueblo San Mateo del Mar

 Entonces se fueron. Habían llegado muy lejos cuando se hizo noche. El hombre encendió una luz y vieron el reflejo de los ojos de un animal. El hombre dijo:
—Ah, ahí está un venado. Le disparo y luego usted lo va a cargar, compadre.
—Ah, tal vez está pesado —contestó.
—No, no está pesado, pero sí es grande. Pero cargaremos poco a poco.
—Esta bién.
Entonces el hombre le disparó al animal mientras el otro, que no llevaba escopeta, miraba. Alcanzó a ver como saltó el animal. Se puso contento y dijo:
—Ah, ya lo matamos, compadre —dijo el que no llevaba
escopeta.
—¿Cómo dices “ya lo matamos”? ¿Por qué dices: “ya lo matamos”? ¡¿Qué, usted trae la escopeta?! Debes decir: “Ya lo mataste”. Pues yo lo maté porque traigo la escopeta.
Quedamos que usted viene solamente de cargador —le dijo.
—Está bien —dijo. El pobre hombre se puso muy triste.
Le dio vergüenza por haberle dicho así. Porque él dijo: “Ah,
ya lo matamos, compadre”. 

Entonces se fueron.
—Vamos a ver —dijo el que disparó.
Fueron a ver y al llegar, vieron a un burro tirado en el suelo. Habían matado al burro de alguien. Entonces el de la escopeta dijo:
—Ay, ¡ya lo matamos, compadre! —dijo—. Hemos matado el burro de alguien, compadre.
—¿Por qué dices: “Ya lo matamos”? Debes decir: “Ya lo maté”. Pues hace rato te dije: “Ya lo matamos” y me dijiste que tú trajiste la escopeta. Pues, ahora tú tienes que pagarlo —le dijo.
Y así fue; el que llevaba la escopeta tuvo que pagar.
Así termina el cuento de los cazadores de conejos y venados. Lo mismo te puede pasar si te gusta jactarte de lo que haces.

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