La Mulata de Córdoba - Versión Doris Camarena

   De este caso no existen fechas ni archivos, ni siquiera un nombre de pila por el cual llamarla. En Córdoba, Veracruz, se ubicó el origen de una hermosa y joven mulata. Eternamente joven y eternamente hermosa, indiscutiblemente hechicera. Mezquina con su cariño y su belleza, la leyenda cuenta que la mulata fue asediada por muchos hombres y que a todos rechazó. Tanto los pretendientes que rondaban su casa por las noches ofreciendo inútiles serenatas, como los vecinos, juraban haber visto siempre brillar una luz sobrenatural en las ventanas de la Mulata. De ahí que se murmurase que el motivo de su inquebrantable soltería era nada menos que un matrimonio secreto con el mismísimo Satanás, quien acudía puntualmente cada anochecer a visitar a su amada.

   No sólo infinitamente joven y bella, la Mulata también era ubicua. Tan pronto se le veía en la capital de la Nueva España como en Córdoba o en la Puebla de los Ángeles. Sus artes mágicas eran capaces de conceder los más imposibles favores. A ella acudían las muchachas sin novio, las solteronas con escasa esperanza ya de conseguir marido, los médicos sin enfermos, los comerciantes sin clientela y los ricos ambiciosos que querían acrecentar aún más sus fortunas. Ninguno se fue con las manos vacías. De ahí que hasta hace relativamente pocos años, cuando a alguien se le solicitaba una empresa muy difícil, el interpelado contestara: ¿Pues quién crees que soy, la Mulata de Córdoba? 

   Durante muchos años creció su fama. Se decía que bastaba invocarla para que ella apareciera ante quien la requería. Y ante tal poder, parece increíble que, de alguna forma, la inquisición consiguiera capturar a la bruja.

   El caso es que así fue. Desde Córdoba trajeron a la Mulata hasta la ciudad de México, a encarcelarla en un calabozo de la perpetua. Denunciada, se dijo, por un pretendiente poderoso y despechado. Otra versión habla de que, más que el celo católico, era la ambición la que impulsaba a los inquisidores a aquella condena, pues la Mulata poseía grandes caudales en oro, habidos como pago a sus hechicerías. La Mulata confesó sin necesidad de tortura alguna y la obvia sentencia fue la muerte en el quemadero.

   Cerca estaba ya el día de su ejecución cuando el carcelero entró en su celda para llevarle la escasa comida que le correspondía y la encontró muy entretenida dando los últimos toques a un barco dibujado en el muro de la celda con un trozo de carbón. Desdichada bruja- le dijo el carcelero- mejor habías de estar implorando al señor por tu alma.  Dime- le contestó la Mulata- ¿Crees que le falta algo a esta nave?

   Los trazos eran perfectos, armónicos y detallados, y el carcelero admiró a su pesar aquella obra. Nada le falta- dijo él - sólo navegar.

   Pues a navegar entonces- respondió la Mulata, subiendo al barco que ya se balanceaba en la corriente de unas olas invisibles. Acto seguido, desapareció para siempre.

   Los archivos inquisitoriales no registran este hecho increíble que, sin embargo, inmortalizaron los narradores y poetas.

    

 

  Su leyenda es contada como una especie de broma satánica lanzada sobre las leyes, frecuentemente equívocas, de los hombres. Nada raro es que esta historia haya sido y sea la favorita, por ser la que se burla de los más tenaces verdugos.

   Un buen día se abolió la inquisición y el pueblo también se burlaba. El tribunal caído, decían, estaba compuesto por un Santo Cristo, dos candeleros y tres majaderos.

   La Casa Chata pasó a convertirse en la sede de la insigne Facultad de Medicina, una extraña forma de lavar el dolor acumulado en esos muros. Actualmente aún pertenece a la Universidad Nacional, transformada en el Museo de la Historia de la Medicina. Hace pocos años, sin embargo, albergó por largo tiempo la famosa exposición  “Instrumentos de Tortura y Pena Capital”. Y no faltó quien dijera que los gritos que se escuchaban entre los acordes de la música sacra usada como ambientación, no eran parte de los efectos electrónicos. Aquellos débiles gritos eran los ecos, se murmuraba, de las otras historias que aquí no hemos contado. Sonidos que mantenían presente un pasado poco honroso pero, al fin y al cabo, también nuestro.

 

   El Antiguo Palacio de la Escuela Medicina se encuentra abierto al público, el horario para visitantes es: de 12:00 a 18:00 horas, de lunes a sábado. El domicilio: Calle de Brasil No. 33, Colonia Centro.

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