Armiño - José Luis Zárate

Nadie comentó sobre el traje nuevo del emperador, debido a la férrea costumbre de fusilar a todo aquel que lo contradecía. No, no, no. Sonrieron, alabaron el armiño sutil, y lo llevaron a pasear afuera, a admirar la nieve que seguía cayendo, la helada mortal que, seguramente no podría notar, su majestad, en medio de tanta tela, brocal y piel abrigadora.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El deseo - Roald Dahl

El ojo en el dedo - Raúl Avila

Se solicita sirvienta - Patricia Laurent Kullic