Lady Bruja - Jane Francisca Speranza Wilde

 Hace unos cien años, vivía en Joyce’s Country una mujer a la que todos los vecinos tenían miedo, porque siempre disponía de mucho dinero, pese a que nadie sabía cómo lo conseguía; y en su casa se comía y bebía siempre lo mejor, sobre todo por la noche: carnes y aves y vino español en abundancia para todo el que quisiera pasarse por allí. Y, cuando la gente preguntaba de dónde salía todo aquello, ella se reía y respondía simplemente: «Lo he pagado».

Así que por todo el país se corrió la voz de que se había vendido al Maligno, y de que podía tener lo que quisiera con solo desearlo, y en razón de su riqueza la llamaron «Lady Bruja».

Solo salía por la noche, siempre con una brida y una fusta en la mano, y a menudo se oía en mitad de la noche a un caballo galopando a lo lejos, por los caminos cercanos a su casa.

Empezó a circular entonces el extraño rumor de que, si un hombre joven bebía sus vinos españoles en la cena y se quedaba dormido después, ella lo embridaba y lo convertía en caballo, para luego recorrer el país montada en él, y que todo lo que tocaba con su fusta pasaba a ser de su propiedad. Aves, o mantequilla, o vino, o tartas recién hechas… No tenía más que desearlo, y los espíritus se lo llevaban a casa y lo dejaban en su despensa. Cuando el viaje terminaba y ya había conseguido suficiente de todo lo que quería a lo largo y ancho del país, le quitaba la brida al joven y este volvía a su forma natural y se quedaba dormido; cuando se despertaba, no recordaba nada de lo ocurrido, y Lady Bruja lo invitaba a que volviera y bebiese sus vinos españoles siempre que quisiera.

Pues bien, había un muchacho magnífico y valiente en el vecindario que tomó la determinación de averiguar cuánta verdad encerraba aquella historia, por lo que iba a menudo a casa de Lady Bruja, hasta que entablaron amistad y se sentaba a charlar con ella, pero sin bajar nunca la guardia. Ella le cogió un gran aprecio y le dijo que tenía que ir a cenar alguna noche, que le daría lo mejor que tenía, y que no podía dejar de probar su vino español.

Así pues, fijó una fecha, y él acudió de buen grado, pues le picaba la curiosidad. Cuando llegó, había servida una espléndida cena acompañada con abundante vino. Comió y bebió, pero fue prudente con el vino, y vació su copa en el suelo cuando ella no miraba. Fingió entonces que tenía mucho sueño, y ella dijo:

—Hijo mío, estás agotado. Échate en aquel banco y duerme; se ha hecho muy tarde y estás lejos de tu casa.

De modo que se acostó como si estuviera muerto de sueño y cerró los ojos, pero sin dejar de vigilarla un instante.

Ella se acercó al poco y lo miró fijamente, pero él no se movió, solo respiró más profundamente.

A continuación, la mujer se alejó sin hacer ruido, cogió la brida de la pared y volvió a acercarse con el mismo sigilo para ponérsela en la cabeza, pero él se incorporó de pronto y, arrebatándole la brida, se la puso a ella, que se convirtió de inmediato en una briosa yegua gris. La sacó fuera, se subió de un salto y se alejó cabalgando a la velocidad del viento hasta que llegó a la forja.

—¡Herrero! —grito—. ¡Levántate y hierra mi yegua, que está agotada después del viaje!

Y el herrero se levantó e hizo el trabajo que se le pedía, con esmero y pericia. Cuando hubo terminado, el joven caballero volvió a montar, y regresó cabalgando como el viento a casa de la bruja; allí le quitó la brida, y ella recuperó al punto su forma natural y se sumió en un sueño profundo.

Pero, como en la forja habían puesto las herraduras sin decir la fórmula necesaria, siguieron clavadas a sus manos y sus pies, y no hubo poder en la tierra capaz de quitarlas.

Así que no volvió a levantarse de la cama nunca, y murió después de mucho tiempo soportando el dolor y la vergüenza. Nadie en todo el país acompañó el féretro de Lady Bruja a su tumba, y la brida ardió en el fuego, y nada quedó de todas sus riquezas más que un puñado de cenizas que fueron esparcidas por los cuatro puntos de la tierra y los cuatro vientos del cielo, con lo que se rompió el encantamiento y se puso fin al poder del Maligno.

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