El pararrayos - Melanie Tem
Su cuerpo se convulsionó. El diario voló de sus manos y la lámpara se tambaleó. Chocó contra la pared; entre el otro dolor que la invadía, apenas sintió el impacto. El calor crepitaba deprisa a través de los caminos de su sistema nervioso. Los ojos le lloraban y le picaba la nariz con aquel olor familiar y amargo de su propia carne y su propio cabello chamuscándose. —¿Mamá? Kevin se encontraba de pie junto a la cama. Instintivamente, Emma tendió su brazo para cogerle. Después, horrorizada ante su descuido y su necesidad egoísta de curar, retiró las manos hacia atrás deprisa. Justo a tiempo: vio cómo la electricidad echaba chispas entre ellos pero no alcanzó a Kevin. —Estoy bien —logró decir Emma. —¿Qué pasa? A medida que el espasmo disminuía, Emma descubrió que se estremecía ofendida. Por más que fuera un adolescente ensimismado o no, ¿cómo podía Kevin preguntar algo así? Se acordó de que los sacrificios maternos por lo general pasan inadvertidos (que, en...