La mujer del vestido genético - Daniel Gilbert
Llevaba veinte minutos tratando de hablar por el intercomunicador con la señorita Hartley (una hazaña similar a la resurrección de Lázaro, aunque en cierta forma más complicada por el hecho de que la señorita Hartley es una estúpida, no un muerto) cuando por fin decidí ir a la sala para averiguar qué le pasaba. El individuo era vulgar, y yo, violando mi convicción más profunda (la adquisición de negocios lucrativos) estuve a punto de no verlo sentado en el diván. Estaba hojeando un número de la revista Ingeniería Genética, que como es lógico conservamos en portapliegos de similicuero con bordes dorados. Nuestra clientela es aficionada a estas cosas. —Ah, buenos días, caballero —dije. Definitivamente había que reprender a la señorita Hartley por abandonar su puesto en la sala de recepción y dejar desatendido a un cliente. Observé un moscardón que zumbaba irritantemente en la sala. Extendí hábilmente mi lengua y lo cacé. Esos insectos, qué fastidio. —Permítan...