Un caso de Psicoanálisis - Castle y Caraván
Era una hermosa mañana, una de esas mañanas agradables que prometen una jornada llena de satisfacciones. El doctor Nicholls se frotó las manos con alegría y las pasó luego por su calva cabeza, silbando algo parecido a una tonada popular, mientras se hamacaba en su sillón giratorio. El caro y elegante escritorio brillaba bajo la luz solar. En ese momento el reloj dio diez campanadas. —¡El tiempo es oro! —gritó el doctor Nicholls, hablando consigo mismo—. ¡Al trabajo, al trabajo! Su índice tocó el timbre que sobresalía a su derecha. La decorativa secretaria apareció silenciosamente. —Hay un paciente, doctor. Uno nuevo. El corazón del sicoanalista dio un salto gozoso en su pecho, como una trucha jugueteando sobre las aguas tras un escarabajo dorado. —¡Que pase! —exclamó—. ¡No lo haga esperar, señorita! ¿Necesito peinarme la barba? —No, doctor. Está perfectamente bien. —¡Entonces no perdamos tiempo! —Doctor... —la muchacha pareció dudar. —¿Bueno? —Este paciente no parece rico... —¿No? —¡Y ...