La Diosa Blanca - Robert Graves
Todos los santos la vilipendian y todos los hombres graves
que se rigen por el justo medio del dios Apolo, despreciando a los cuales
navegué en su busca a lejanas regiones, donde era más probable encontrar a la
que deseaba conocer más que todas las cosas, la hermana del espejismo y del
eco.
Era una virtud no detenerse, seguir mi obstinado y
heroico camino, buscando en el cráter del volcán, entre los témpanos de hielo;
o donde se borraba la huella, más allá de la caverna de los siete durmientes, a
aquélla cuya frente ancha y alta era blanca como la del leproso, y sus ojos
azules, y sus labios como bayas de fresno, y su cabello rizado del color de la
miel hasta las blancas caderas.
La verde savia de la primavera que en el árbol joven
se agita celebrará a la Madre de la Montaña, y todos los pájaros canoros la
aclamarán un día, pero yo estoy dotado, inclusive en noviembre, la más
desapacible de las estaciones, con una sensación tan grande de su claramente
raída magnificencia que olvido la crueldad y la traición pasadas, indiferente a
dónde puede caer el próximo rayo.
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