El perro - Yelinna Pulliti Carrasco
La aguja del medidor cayó y el auto se detuvo. Angello se apeó y le arreó una patada. Acababa de quedarse sin gasolina, hacía un frío endemoniado y, para colmo, estaba a cien kilómetros del área poblada más cercana. —¡Por la grandísima...! Intentó mantener la calma, pero ya le era bastante difícil. Estaba varado junto a un camino solitario en el que, con suerte, vería pasar a alguien después de varios días. No le gustaba la idea de estar en un lugar desconocido sin agua ni comida, rodeado apenas por la hierba seca y un aire capaz de helarle los pulmones, y todo por haberse desviado de la carretera para acortar el trayecto unas pocas horas. —¿Por qué tenía que pasarme esto justo ahora? Se juró nunca más aceptar entregar encomiendas en lugares remotos, sin importar cuánto dinero le ofrecieran. Según sus cálculos, debía estar de regreso en la capital en la madrugada. Unas horas de retraso y eran capaces de acusarlo de robo. Le dio otra patada al auto. Abrió la puerta y se recostó en el as...