Habitación con vistas - Hal Dresner
Con el frágil cuerpo cubierto por edredones y descansando contra seis de las más espesas almohadas que el dinero podía comprar, Jacob Bauman observó con disgusto a su mayordomo, que colocaba ante él la bandeja del desayuno y descorría las cortinas, dando entrada en la habitación a la luz del dia. -¿Desea que abra las ventanas, señor? – preguntó Charles. -¿Quieres que pille un resfriado? -No, señor. ¿Necesita algo más el señor? Jacob meneó la cabeza, introduciendo una punta de la servilleta entre el pijama y su escuálido pecho. Se echó para delante y destapó la fuente del desayuno. Luego volvió a enderezarse y miró a Charles, que permanecía, como un centinela, junto a la ventana. -¿Esperas una propina? - preguntó Jacob, ásperamente. -No, señor. Espero a la señorita Nevins. El doctor Holmes dijo que no debía quedarse usted a solas ni un momento, señor. -¡Lárgate, lárgate! -dijo Jacob-. Si decido morirme en los próximos cinco minutos, te llamaré. No te perderás nada. Vio salir al ...