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Chu-bu y Sheemish - Lord Dunsany

Los martes por la tarde era costumbre en el templo de Chu-bu que el sacerdote entrara y cantara: "Nadie existe salvo Chu-bu". Y toda la gente se alegraba y gritaba: "Nadie existe salvo Chu-bu". Y ofrecían miel a Chu-bu, y maíz y manteca de cerdo. De esta manera era glorificado. Chu-bu era un ídolo algo antiguo, como puede comprobarse por el color de la madera. Había sido esculpido en caoba y después pulimentado. Luego lo habían erigido sobre un pedestal de diorita con un brasero delante para quemar especias y dorados platos llanos para la manteca. De esta manera adoraban a Chu-bu. Debía haber estado allí más de cien años, cuando un día los sacerdotes llegaron al templo con otro ídolo y lo erigieron sobre un pedestal cerca de Chu-bu, cantando: "También existe Sheemish". Palpablemente Sheemish era un ídolo moderno, y aunque su madera había adquirido un tono rojo oscuro, podía uno figurarse que acababa de ser esculpido. Y ofrecieron miel a Sheemish lo...

¡Dejadme dormir con mi mujer! - Victoria Robbins

¿Podrán mis palabras describir a Lucía? ¿Hasta qué límites tendría que llegar la prosa que reflejase exactamente la belleza, su lujuria, la pasión de sus besos, el hipnotismo de su mirada, esa morbosa obsesión suya hacia todo lo relacionado con el MÁS ALLÁ, y el grado de esclavitud al que llegó a someterme?  ¿Cómo lograría comunicar el inmenso pavor que me asaltó aquella madrugada cuando, después de una noche interminable esperándola, la vi entrar en nuestro dormitorio hediendo a azufre, y exultando una malignidad infinita, «¡porque acaba de poseerme el Demonio!»? ¿Y seríais capaces vosotros de entender que yo, en lugar de sentirme destruido por los celos, me echase a reír y a abrazarla igual que si me la hubieran devuelto más hermosa que nunca? Sin embargo, antes, la protesta surgió de mi garganta, rabiosa y con pretensiones de ir en aumento, y hasta mis puños se alzaron dispuestos a golpearla. Entonces, sus ojos negros, esos carbúnculos de un fulgor subyugador, me lanzaron un...