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El gato que andaba solo - Rudyard Kipling

       Presta atención y escucha, pues esto sucedió y aconteció, oh, mi bien amado, cuando los animales domésticos eran salvajes. El Perro era salvaje, como salvajes eran el Caballo, la Vaca, la Oveja y el Cerdo —tan salvajes como pueda imaginarse—, y vagaban en solitario por las húmedas selvas. Pero el más salvaje de todos los animales era el Gato, que andaba solo y lo mismo le daba un lugar que otro.            Naturalmente, el Hombre también era salvaje, terriblemente salvaje. No empezó a domesticarse hasta que encontró a la Mujer, que le dijo que no quería una vida tan agreste. La Mujer escogió para dormir una cueva seca y coqueta en vez de un montón de hojas húmedas. Esparció arena limpia por el suelo, encendió una linda hoguera al fondo de la cueva, colgó en la entrada una piel de caballo salvaje con la cola hacia abajo y dijo: «Querido, límpiate los pies antes de entrar. Ya tenemos un hogar». Esa noche, mi bien amado, cenaron c...

El judío errante - Rudyard Kipling

Si das una vuelta al mundo en dirección al Orien­te, ganas un día -le dijeron los hombres de ciencia a John Hay. Y durante años, John Hay viajó al este, al oeste, al norte y al sur, hizo negocios, hizo el amor y procreó una familia como han hecho muchos hom­bres, y la información científica consignada arriba per­maneció olvidada en el fondo de su mente, junto con otros mil asuntos de igual importancia. Cuando murió un pariente rico, se vio de pronto en posesión de una fortuna mucho mayor de lo que su carrera previa hubiera podido hacer suponer razo­nablemente, dado que había estado plagada de con­trariedades y desgracias. Es más, mucho antes que le llegara la herencia, ya existía en el cerebro de John Hay una pequeña nube, un oscurecimiento momen­táneo del pensamiento que iba y venía antes que lle­gara a darse cuenta de que existía alguna solución de continuidad.  Lo mismo que los murciélagos que ale­tean en torno al alero de una casa para mostrar que están cayendo las sombras...