La sombra - Juan Eduardo Zúñiga
Estaba el padre sentado en un sillón próximo al ventanal, y tenía en sus manos un fajo de cartas que según iba leyendo depositaba en la mesa cercana. La puerta de la estancia se abrió y entró el hijo mayor que avanzó hasta situarse delante de él. -Padre -le dijo-, escúchame: no quisiera alterar tu tranquilidad estos meses en que estamos juntos pero me siento obligado a hablarte de algo que me inquieta. Desde hace días, cuando estoy solo, empiezo a notar que hay alguien cerca de mí. Poco a poco gana fuerza esta sensación que no puedo evitar, aunque esté trabajando o ensayando con el violín. Como si una persona hubiera entrado en mi habitación y, en silencio, me mirara. No tengo más remedio que volver la cabeza pero... no hay nadie, nadie está cerca de mí. Sin embargo, lo siento claramente y me asusta. Los ojos del padre se habían ido reduciendo mientras oía aquellas palabras y luego los llevó de la cara del hijo a los bellos dibujos de la alfombra. -No debes preocuparte, hijo -exclamó-....