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Tango - Luisa Valenzuela

Me dijeron: En este salón te tenés que sentar cerca del mostrador, a la izquierda, no lejos de la caja registradora; tomate un vinito, no pidás algo más fuerte porque no se estila en las mujeres, no tomés cerveza porque la cerveza da ganas de hacer pis y el pis no es cosa de damas, se sabe del muchacho de este barrio que abandonó a su novia al verla salir del baño.    Yo creí que ella era puro espíritu, un hada, parece que alegó el muchacho. La novia quedó para vestir santos, frase que en este barrio todavía tiene connotaciones de soledad y soltería, algo muy mal visto. En la mujer, se entiende.    Me dijeron.   Yo ando sola y el resto de la semana no me importa pero los sábados me gusta estar acompañada y que me aprieten fuerte. Por eso bailo el tango.  Aprendí con gran dedicación y esfuerzo, con zapatos de taco alto y pollera ajustada, de tajo. Ahora hasta ando con los clásicos elásticos en la cartera, el equivalente a llevar siempre conmigo la raque...

El espectro de la bruja

 Hace unos treinta años, en el mes de mayo, despertaron a medianoche a un clérigo católico que vivía en Rathdowney, en Queen’s County, para que atendiese a un moribundo en una zona remota de la parroquia. El sacerdote obedeció sin rechistar, y, una vez administrada la extremaunción al pecador moribundo, lo vio abandonar este mundo antes salir de la cabaña. Como todavía era de noche, el hombre que había ido a llamar al sacerdote se ofreció ahora a acompañarlo a su casa, pero este rechazó el ofrecimiento y emprendió el viaje solo. La luz grisácea del alba empezó a asomar por encima de las montañas. El buen sacerdote estaba profundamente cautivado por la belleza de la escena, y siguió avanzando con su caballo, observando ahora con atención todo lo que lo rodeaba y soltando latigazos a los murciélagos y a las bonitas moscas nocturnas que se cruzaban revoloteando de vez en cuando en su solitario camino. Enfrascado en esta distracción prosiguió su viaje lentamente, hasta que el amanecer ...