Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como baile

Tango - Luisa Valenzuela

Me dijeron: En este salón te tenés que sentar cerca del mostrador, a la izquierda, no lejos de la caja registradora; tomate un vinito, no pidás algo más fuerte porque no se estila en las mujeres, no tomés cerveza porque la cerveza da ganas de hacer pis y el pis no es cosa de damas, se sabe del muchacho de este barrio que abandonó a su novia al verla salir del baño.    Yo creí que ella era puro espíritu, un hada, parece que alegó el muchacho. La novia quedó para vestir santos, frase que en este barrio todavía tiene connotaciones de soledad y soltería, algo muy mal visto. En la mujer, se entiende.    Me dijeron.   Yo ando sola y el resto de la semana no me importa pero los sábados me gusta estar acompañada y que me aprieten fuerte. Por eso bailo el tango.  Aprendí con gran dedicación y esfuerzo, con zapatos de taco alto y pollera ajustada, de tajo. Ahora hasta ando con los clásicos elásticos en la cartera, el equivalente a llevar siempre conmigo la raque...

La noche del vals y el nocturno - Francisco Tario

Me hallaba yo en un ángulo de la terraza, sofocado por la furia de la danza. Los músicos, en el interior del salón, limpiaban sus frentes rojas y el director de orquesta ordenaba su corbata blanca. Lánguidas parejas de enamorados discurrían por los jardines húmedos cuyas emanaciones no eran más sugerentes que las de las mujercitas pálidas. La luna, rosada, alta, era una extraña perla suspendida misteriosamente sobre el mundo... Invisible y bello, contemplaba yo el espectáculo calladamente junto a los muslos de una dríada de mármol. Entonces, cuando mi abstracción era absoluta, percibí una voz tan dulce que igualaba las melodías más dulces de mi música. Atendí, notando que la voz me hablaba. —¿Quién eres? —pregunté en seguida, sin lograr distinguir figura alguna. —Adivina —insinuó la voz muy tiernamente. Me llevé un dedo a los labios, inclinándome sobre la balaustrada. Luego tomé entre mis dedos una madreselva y balbucí: —¡No sé! —Adivina... —¿Eres también música? —suger...

El oso en el baile de los guardabosques - Peter Hacks

 Era invierno. El oso iba resoplando por el bosque rumbo al baile de disfraces. Estaba con un humor excelente. Ya se había bebido un par de copas de coñac de osos, que está hecho con miel, vodka y muchas es­pecias bien picantes. El disfraz del oso era graciosí­simo: llevaba una chaqueta verde, un par de botas brillantes y una escopeta colgando del hombro: ya habrán adivinado ustedes que iba disfrazado de guar­dabosque. Entonces llegó caminando por la nieve un hom­bre que se acercó a él. Ese hombre también usaba chaqueta verde y botas brillantes y llevaba una esco­peta colgando del hombro. Ustedes ya habrán adivi­nado que este hombre era el guardabosque. El guardabosque dijo, con voz gruesa: —Buenas noches, mi amigo. ¿Usted también va al Baile de los Guardabosques? —¡Hrrmmm! —dijo el oso, con una voz tan pro­funda como la zanja que hay al borde del camino. —¡Oh, discúlpeme! —dijo el guardabosque, apabullado—. No sabía que usted era el guardabos­que en jefe. —Está bien,...