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Los dos perros - Las mil y una noches

  Sabe, ¡oh señor de los reyes de los efrits! [ Efrit: astuto, sinónimo de genio] que estos dos perros son mis hermanos mayores y yo soy el tercero. Al morir nuestro padre nos dejó en herencia tres mil dinares.         Yo, con mi parte, abrí una tienda y me puse a vender y comprar. Uno de mis hermanos, comer­ciante también, se dedicó a viajar con las caravanas, y estuvo ausente un año. Cuando regresó no le quedaba nada de su herencia. Entonces le dije: "¡Oh hermano mío! ¿no te había aconsejado que no viajaras?"         Y echándose a llorar, me contestó: "Hermano, Alah, que es grande y poderoso, lo dispuso así. No pueden serme de provecho ya tus palabras, puesto que nada tengo ahora".        Le llevé conmigo a la tienda, lo acom­pañé luego al hammam   (baño público) y le regalé un magnífico traje de la mejor clase. Después nos sentamos a comer, y le dije: "Hermano, voy a ha...

El contrabando misterioso - Cuento persa

 En un pueblito de la frontera de Persia había un inspector de aduanas que trabajaba muy seriamente y no se dejaba sobornar. Los contrabandistas, es decir los que intentaban pasar mercadería sin pagar impuestos, lo conocían y le temían y trataban de no pasar por ahí. Sin embargo, había un hombre que lo tenía preocupado. El inspector estaba seguro de que ese hombre traía contrabando. Más que seguro, ¡segurísimo! Pero aún no lo había podido probar. El hombre entraba una vez por semana con una recua de mulas cargadas con enormes fardos y dos muchachitos que lo ayudaban. Cada vez, el inspector lo detenía en la frontera y hacía revisar todo, absolutamente todo. Sus colaboradores le aseguraban que en los fardos había solamente paja. La paja tiene muy poco valor, en ninguna parte estaba prohibida ni había que pagar impuestos por cruzar la frontera llevándola. Lo cierto es que en Persia, en ésa época, no había ningún problema con la paja y el inspector se volvía loco. ¿Cuál era y dónde...