Tini - Eduardo Wilde
-¿Cómo va la enferma? - dijo el médico, entrando a una pieza en la que varias personas hablaban en voz baja. -No está bien - contestó una de ellas. -Perfectamente - repuso el doctor y penetró con precaución en la habitación contigua, que era un espacioso dormitorio, bien amueblado y dotado de cortinas dobles, alfombras blandas y lujosos adornos. Una lámpara opaca alumbraba escasamente con su luz indecisa el aposento, cuya atmósfera denunciaba la presencia de perfumes y la permanencia de personas cuidadas; había olor a recinto habitado por dama distinguida. La enferma se hallaba acostada de espaldas, en un lecho limpio y acomodado. Su semblante estaba pálido, sus labios algo descoloridos. Una cofia blanca aprisionaba sus cabellos, una bata bordada cubría su pecho; sus manos finas, blancas y suaves salían de entre un capullo de encajes que parecían un montón de espuma. Había en su persona un poco de esa coquetería permitida que tienen todas las mujeres de buena cuna y que ost...