Viento - Eraclio Zepeda
El Matías estaba con el aburrimiento prendido de los labios. El mal tiempo había llegado quince días atrás, y desde entonces, no había dejado de caer esa agüita tonta y desesperante que pone de mal humor a los hombres y a los animales. Los cerros se habían perdido desde dos semanas antes en una neblina espesa venida de quién sabe dónde. —Vientooo. .. Vientooo... Sentado a la puerta de su jacal veía pasar a las bestias que se hundían hasta la barriga en el lodo del camino; los arrieros, con el coraje bajándoles junto con el agua que resbalaba de los sombreros, veían a Matías impasible en su observación del cielo, del tiempo, de los trabajos, de las lluvias, de los vuelos húmedos y nerviosos de las grandes aves carniceras. Nada era demasiado importante para que Matías abandonara su oficio de observador del agua. Ya no aguantaba esto de tener que pasarse metido adentro de la casa, aguardando a que el día menos pensado el sol alumbrara estos campos de Solosuchiapa, y el calorcito ahu...