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Viento - Eraclio Zepeda

El Matías estaba con el aburrimiento prendido de los labios. El mal tiempo había llegado quince días atrás, y desde entonces, no había dejado de caer esa agüita tonta y desesperante que pone de mal humor a los hombres y a los animales. Los cerros se habían perdido desde dos semanas antes en una neblina espesa venida de quién sabe dónde. —Vientooo. .. Vientooo... Sentado a la puerta de su jacal veía pasar a las bestias que se hundían hasta la barriga en el lodo del camino; los arrieros, con el coraje bajándoles junto con el agua que resbalaba de los sombreros, veían a Matías impasible en su observación del cielo, del tiempo, de los trabajos, de las lluvias, de los vuelos húmedos y nerviosos de las grandes aves carniceras. Nada era demasiado importante para que Matías abandonara su oficio de observador del agua. Ya no aguantaba esto de tener que pasarse metido adentro de la casa, aguardando a que el día menos pensado el sol alumbrara estos campos de Solosuchiapa, y el calorcito ahu...

El abrazo - Amparo Dávila

Sentada frente a la ventana se entretenía mirando las gotas de agua que se deslizaban por los cristales. Era una lluviosa y oscura noche de otoño, una de esas noches en que la lluvia cae lenta y continuadamente con monotonía de llanto asordinado, de ese llanto que se escucha por los rincones de las casas abandonadas.  Desde su asiento podía ver los relámpagos que centelleaban en aquel sombrío horizonte de siluetas de edificios, iluminados sólo breves instantes con la luz de los rayos.  De vez en cuando se recargaba sobre la ventana y se ponía a contemplar la calle solitaria y la lluvia que caía sobre las viejas baldosas formando charcas o fugándose en corrientes.  Era casi todo lo que podía hacer en esas noches cuando el deficiente alumbrado de la ciudad bajaba considerablemente o se interrumpía por intervalos, debido a las constantes descargas eléctricas.  Noches tristísimas en que sentía el peso de un pasado plenamente vivido, y la soledad presente que la envolvía ...