Una detective inesperada - Kerry Greenwood
Phryne regresó al hotel más adormilada de lo que cabía achacar a la actividad del día, sospechando de lo que habría en el té amargo de madame Breda (del que había bebido tres tazas). Envió a un botones a la cocina para que le subiera mostaza y ella misma se preparó un potente emético. Empezaba a creer que la habían envenenado. Con calma y frialdad, se tomó una enorme cantidad de la mezcla nauseabunda, esperó a que hiciera efecto e ingirió otra dosis. Empezó a tiritar y se tomó un vaso de leche a sorbitos. El tratamiento de choque le asentó el estómago y, de repente, se encontró despierta, purgada y helada. Segura de no vomitar más, lo limpió todo con cuidado y abrió la ventana del cuarto de baño para purificar el aire. Antes de cerrar, aspiró varias veces la normalidad humosa del exterior y pensó que lo mejor sería acostarse hasta que recuperara una temperatura humana. Se quitó la ropa, que dejó tirada en el suelo, y se dirigió descalza a la cama, inmensa y cubiertas de v...