Es que no necesito de dogmas religiosos para creer en Dios. Estoy convencido de que existe. Y no por que capte algún sentido de mi cuerpo el roce de sus tactos misteriosos, ni tampoco porque lo invente en los peligrosos instantes para darme valor. Si yo he creído, es porque lo escucho hablar en mi entraña, escondido en el mar de mi sangre, dictándome amoroso con una voz inmensa que parece fundirse con mi propio silencio, en íntima armonía: el poema desnudo que no puede decirse porque no hay palabras que den su profesía. Y por este poema que, aunque no puede asirse, me circula por dentro, creo en Dios: ¡POESÍA! Nocturna palabra. p.13