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Mostrando las entradas etiquetadas como Dios

Un exhorto creativo - Robert Bloch

  Comenzó el tecleo. —¿Qué hacemos aquí? —susurró ella. —¿No hemos pensado en eso antes? —preguntó él. —¿Cuándo, según tú? —En la página veintisiete. —¿Bromeas? Ahí me parece que hicimos otras cosas —dijo ella. —Mira, no tenemos que hacer lo que no queramos hacer. —¿De veras? No lo habíamos tenido en cuenta… —Pues hazlo —suspiró él—… ¿Acaso crees que esto lo está escribiendo una especie de autor? Ella asintió. —Por supuesto —dijo—. Alguien habrá tenido que crearnos, ¿no te parece? ¿No será ese alguien nuestro autor? —¿Y por qué estás tan segura de que es un autor y no una autora? Y si de veras hay alguien a quien atribuir esa autoría, ¿qué te hace pensar que nos crearía basándose en una misma imagen? —Porque el autor nos entiende. Conoce nuestros pensamientos, nuestra manera de sentir. —Pero son nuestros pensamientos, es nuestra manera de sentir… Y si el autor escribe sobre nosotros, eso no significa que él, o ella, se preocupe de lo que hace. Ni que sepa qué va a pasar finalment...

John, el esclavo - Cuento estadounidense

  S e llamaba John, un nombre tan común que era casi como no tener nombre. Quién sabe cómo se habría llamado si sus padres hubieran podido elegir, si hubieran vivido en libertad, allá en la lejana África, de la que ya casi no tenían recuerdos. Pero sus padres eran esclavos negros en América y no podían decidir ni siquiera el nombre de sus hijos. John era esclavo por fuera pero por dentro se sentía tanto o más libre que cualquiera. Con su gran inteligencia y su sentido del humor, desafiaba todos los días al amo y a sus capataces, haciendo reír a sus compañeros de esclavitud, que sin embargo temían constantemente por su vida. Harto de caer en sus trampas, el amo decidió que era hora de terminar con ese esclavo burlón, que lo hacía perder prestigio ante sus empleados y ante el resto de los cultivadores de algodón de la zona. Las bromas de John se comentaban incluso en los bailes de gala, y a su dueño, que era bastante tonto, le parecía que las damas sureñas se reían de él detrás d...

Mr. Bergeret - Leopoldo Lugones

Quizá, propuso el célebre profesor, con cautela de quien se arriesga y no a formular una teoría, quizá la idea de Dios proviene de la invención del espejo. Cuando el hombre pudo ver su imagen, comprendió la posibilidad de que existieran seres reales e incorpóreos a la vez. En suma, todo lo sobrenatural está ahí. Aquello explica el don de la ubicuidad, y hasta el misterio de la trinidad inclusive. En el espejo, soy simultáneamente uno y doble. Basta un sencillo bisel para transformarme en trino y uno.

Respuesta - Fredric Brown

Dwar Ev soldó ceremoniosamente la última conexión con oro. Los ojos de una docena de cámaras de televisión le contemplaban y el subéter transmitió al Universo una docena de imágenes sobre lo que estaba haciendo. Se enderezó e hizo una seña a Dwar Reyn, acercándose después a un interruptor que completaría el contacto cuando lo accionara. El interruptor conectaría, inmediatamente, todo aquel monstruo de máquinas computadoras con todos los planetas habitados del Universo –noventa y seis mil millones de planetas– en el supercircuito que los conectaría a todos con una supercalculadora, una máquina cibernética que combinaría todos los conocimientos de todas las galaxias. Dwar Reyn habló brevemente a los miles de millones de espectadores y oyentes. Después, tras un momento de silencio, dijo: –Ahora, Dwar Ev. Dwar Ev accionó el interruptor. Se produjo un impresionante zumbido, la onda de energía procedente de noventa y seis mil millones de planetas. Las luces se encendieron y apagaron a lo lar...

La parentela de los elfos - Lord Dunsany

LA PARENTELA DE LOS ELFOS Lord Dunsany CAPITULO I Soplaba el viento del Norte y de él fluía rojos y dorados los últimos días del otoño. Solemne y fría caía la tarde sobre los marjales. Todo estaba sumido en la quietud. Entonces la última paloma volvió a su casa de los árboles en tierra seca a la distancia, y su forma ya se había vuelto misteriosa en la niebla. Todo volvió a estar sumido en la quietud. Cuando la luz iba desvaneciéndose y la niebla volviéndose más espesa, el misterio vino arrastrándose de todas partes. Entonces las verdes avefrías vinieron plañideras y se posaron todas. Y otra vez hubo silencio, salvo cuando una de las avefrías revoloteaba un trecho emitiendo el grito del descampado. Y acallada y silenciosa estuvo la tierra a la espera de la primera estrella. Entonces llegaron los patos y las maracas, bandada tras bandada: y toda la luz del día se desvaneció, salvo una franja roja sobre el horizonte. Sobre la franja aparecieron, negras y terribles, las alas de...

Rincón de la Poesía - Poema de mi fe - Elías Nandino

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Es que no necesito de dogmas religiosos para creer en Dios. Estoy convencido de que existe. Y no por que capte algún sentido de mi cuerpo el roce de sus tactos misteriosos, ni tampoco porque lo invente en los peligrosos instantes para darme valor. Si yo he creído, es porque lo escucho hablar en mi entraña, escondido en el mar de mi sangre, dictándome amoroso con una voz inmensa que parece fundirse con mi propio silencio, en íntima armonía: el poema desnudo que no puede decirse porque no hay palabras que den su profesía. Y por este poema que, aunque no puede asirse, me circula por dentro, creo en Dios: ¡POESÍA! Nocturna palabra. p.13