Sólo salimos de noche - Bernardo Fernández
El motociclista ni siquiera se dio cuenta en qué momento Arno encajo los colmillos en su cuello. Si acaso hay recuerdos al otro lado del sepulcro, el ultimo de este pobre diablo ser el de un sujeto pálido lanzándose hacia el, con el rostro deformado en una mueca grotesca, la boca abierta y los ojos desorbitados. Cuando acaba, Arno escupe con un poco de asco los restos de la sangre del policía que quedan en su boca. La sangre es como la pizza y el sexo, aun cuando este mala es buena. Pero hay límites. Creo que Arno disfruta atacando autoridades prepotentes. Especialmente cuando lo paran por exceso de velocidad. -Ahí tiene su mordida, imbécil- dice Arno al cadáver. Tiene una preferencia extraña por los chistes obvios. Por supuesto, no se lo festejo, lo dice cada vez que mata a un policía de transito, lo cual es bastante seguido; en un minuto estamos de nuevo sobre el Periférico con el acelerador a fondo. Yo no he dejado de sorber mi malteada. Tengo una relación de amor-odio con las ma...