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Pigmalión - Leopoldo Hurtado

—Veintiocho, treinta y dos, treinta y nueve, cuarenta y siete, cuarenta y siete, cincuenta y tres, cincuenta y cinco, llevo cinco; siete, once, diecinueve... —Seguía sumando una factura cuando oyó los tiros. Sonaron secos, duros, apagados por las alfombras y las paredes. El señor Dussek levantó la cabeza azorado y miró hacia el lado de los estampidos. Durante un instante quedó inmóvil y luego se lanzó hacia fuera. Tomó por el corredor, atravesó dos salas pequeñas y llegó al salón grande, del frente. A esa hora, con las luces apagadas, con la puerta de calle entornada, todo estaba en la penumbra. Alcanzó a divisar un bulto caído en el suelo y le llegó a las narices el olor de la pólvora. En la sala no había nadie, y la quietud del ambiente hacía el cuadro más impresionante aún. Con ojos desorbitados, el señor Dussek se acercó al bulto. Era el de un hombre de edad madura, caído de costado. En la alfombra comenzaba a ensancharse una mancha oscura. Abrió la cancela de vidrio, corrió ...

La oveja negra - Augusto Monterroso

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Chac Mool - Carlos Fuentes

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por el sudor de la cocina tropical, bailar el sábado de gloria en La Quebrada y sentirse «gente conocida» en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien, pero ahora, a los cuarenta y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, y a medianoche, un trecho tan largo! Frau Müller no permitió que se velara —cliente tan antiguo— en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido en su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos a la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba baj...