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Los guerreros de bronce - Pedro Zarraluki

La injusticia puede manifestarse de mil maneras, pero la más trágica es la que se ceba en la vida, pues el soplo divino nos resulta inaccesible. Entre nosotros nacen creadores incapaces de controlar su limitado poderío. No podemos producir la vida, pero sí podemos imaginar la belleza, y ésa es nuestra fuerza y nuestra perdición...  Aunque la historia que os refiero se inicia muchos siglos atrás, daremos cuenta tan sólo de aquello que alcanza el recuerdo. Hace bastantes años, un buceador apasionado –«... anche archeologo dilettante », según pude leer en una revista– descubrió, sobre el lecho marino, algo que parecía un brazo.  Dicen que en un principio creyó que se trataba de un cadáver, pero es difícil imaginar que, ante la posibilidad de que fuera una estatua, interpretase de manera tan banal aquella aparente forma humana. Sea como fuere, cuatro días después, y con ayuda de balones hinchables, eran izados a la superficie los dos guerreros que conmocionarían al mundo.  E...

Los espadachines de Varnis - Clive Jackson

Las lunas gemelas iluminaban cavilosamente los sedientos suelos rojos de Marte y las ruinas de la ciudad de Khua Loanis. Los vientos de la noche susurraban alrededor de los frágiles chapiteles y murmuraban en las caladas celosías de las ventanas de los templos vacíos, y el polvo rojo la convertía en una ciudad de cobre. Era cerca de medianoche cuando un lejano tronar de cascos veloces llegó a la ciudad, y pronto los jinetes entraron estruendosamente por los antiquísimos portillos. Tharn, Señor Guerrero de Loanis, al aventajar a sus perseguidores en veinte varas escasas se dio cuenta, fatigosamente, que su delantera mermaba, con cruel espuela acicateó el costado de su Vorklo hexápodo. La fiel bestia dio un apagado relincho de dolor, tratando, infructuosamente, de obedecer. Delante de Tharn, en la gran montura doble, iba sentada Lehni-tal-Loanis, Dama Real de Marte, que cabalgaba en el desmañado animal con suave garbo, inclinándose sobre su cuello estirado para murmurar rápidas palab...

Pobre pequeño guerrero - Brian W. Aldiss

     Claude Ford sabía exactamente cómo se cazaba un brontosaurio. Se arrastraba sin hacer caso por el barro entre los sauces, a través de las pequeñas flores primitivas con pétalos verdes y marrones como en un campo de fútbol, por el barro como si fuera loción de belleza. Atisbaba a la criatura tumbada entre los juncos, su cuerpo airoso como un calcetín lleno de arena. Allí estaba, dejando que la gravedad lo abrazara al pantano húmedo, con sus grandes ventanas de la nariz a treinta centímetros de la hierba en un semicírculo, buscando con ronquidos más juncos. Era hermoso: aquí el horror había llegado a sus límites, se había cerrado el círculo y finalmente había desaparecido por su propio esfínter. Sus ojos relucían con la viveza del dedo gordo de un cadáver de una semana, y su aliento fétido y la piel en sus cavidades auditivas eran particularmente para ser recomendados a alguien que de otro modo se habría sentido inclinado a hablar amorosamente del trabajo de la madre N...