Cultivando oro - Cuento árabe

 Abunawas le pidió prestado a un amigo joyero un kilo de oro, y montado en su asno se dirigió a las afueras de la aldea. Se sentó en la arena al costado del camino, por donde sabía que pasaba el sultán cuando salía de caza.

Cuando el sultán llegó hasta allí, se quedó muy asombrado viendo lo que hacía Abunawas: estaba plantando pepitas de oro en la arena.

–¿Qué haces, amigo?

–Majestad, estoy cultivando oro. Crece muy rápido.

–No me digas. ¿Y cuánto rinde?

–Bueno, si planto hoy cien gramos, puedo tener doscientos gramos pasado mañana.

–Mi querido Abunawas –dijo el rey–. Con tan poca semilla no vas a ganar nada. Te propongo que seamos socios. Yo te daré medio kilo de oro y veremos qué pasa. Te ofrezco la posibilidad de quedarte con el veinte por ciento de la cosecha.

–¡Excelente idea, Majestad! –dijo Abunawas.

Al día siguiente el pícaro llegó al palacio y en el Tesoro le dieron, por orden del sultán, medio kilo de oro para usar como semilla.

Dos días después, Abunawas llegó al palacio loco de alegría.

–¡Su Majestad, hemos tenido una cosecha asombrosa, es increíble! ¡Este clima es excelente para cultivar oro! ¡Mire, la semilla se multiplicó por tres!

En efecto, allí había un kilo y medio de oro reluciente y puro. El sultán se quedó boquiabierto y, por supuesto, encantado. Inmediatamente ordenó que se le entregaran a Abunawas cincuenta kilos de oro.

Con varios burros cargando oro en sus alforjas, Abunawas llegó hasta los barrios más pobres de la ciudad y repartió todo el oro entre los necesitados.

Dos días después se presentó en la sala del trono con las manos vacías.

–¿Dónde está nuestra cosecha de oro? –preguntó, impaciente, el sultán–. ¿Necesitarás carretas para transportarla hasta el palacio?

–Las noticias no son buenas, Majestad –contestó Abunawas, muy serio–. Como en estos días no cayó ni una gota de lluvia, todo el oro que sembramos se secó. De cosecha, ni hablar. Perdimos incluso la semilla.

–¡Abunawas, no digas estupideces! –gritó, furioso, el sultán–. ¿Tratas de hacerme creer que el oro se puede morir por la sequía?

–Si Su Majestad puede creer que el oro crece y da fruto, ¿por qué encuentra raro que se seque y muera por falta de agua?

El sultán no supo qué contestar. El sabio y pícaro Abunawas se había burlado de él una vez más.

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