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Deserción - Clifford D. Simak

  Cuatro hombres, de dos en dos, se habían internado en la aullante vorágine de Júpiter, y no habían regresado. Habían salido al viento huracanado, o mejor dicho, habían galopado hacia él, con los vientres pegados al suelo, los flancos relucientes bajo la lluvia. Porque no habían ido en forma humana. Ahora el quinto hombre estaba de pie frente al escritorio de Kent Fowler, comandante de la Cúpula Nº 3 de la Comisión de Reconocimiento Joviano. Debajo del escritorio de Fowler, el viejo Towser se rascó una pulga, y volvió a acomodarse para dormir. Harold Allen, advirtió Fowler con una repentina punzada de dolor, era joven... demasiado joven. Tenía la segura confianza de la juventud, el rostro de quien no ha conocido aún el miedo. Y eso era raro. Porque los hombres de las cúpulas de Júpiter sí conocían el miedo, el miedo y la humildad. Al hombre le resultaba muy difícil conciliar su diminuta naturaleza con las poderosas fuerzas del monstruoso planeta. - Quiero que comprenda - d...

Hermano - Clifford D. Simak

  Estaba sentado en su mecedora, en el patio empedrado, cuando el automóvil salió de la carretera y se detuvo ante su verja. De él salió un desconocido, abrió la cancela y se aproximó por el camino. El hombre que se acercaba era viejo; no tan viejo, juzgó el hombre de la mecedora, como él mismo, pero viejo. Su pelo blanco ondeaba al viento y había un lento y casi imperceptible arrastrar los pies en su andar. El hombre se detuvo ante él. —¿Es usted Edward Lambert? —preguntó. Lambert asintió con la cabeza—. Yo soy Teodoro Anderson —dijo el desconocido—. De Madison. De la Universidad. Lambert le señaló la otra mecedora que había en el patio. —Siéntese, por favor —dijo—. Está usted muy lejos de su casa. Anderson rió. —No demasiado. Unos ciento cincuenta kilómetros nada más. —Para mí eso es lejos —dijo Lambert—. En toda mi vida no me he alejado de aquí más de treinta kilómetros. El espaciopuerto que hay al otro lado del río es lo más lejos que he estado nunca. —¿Visita u...