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Mostrando entradas de 2024

La hormiguita - Fernán Caballero

 Había vez y vez una hormiguita tan primorosa, tan concertada, tan hacendosa, que era un encanto. Un día que estaba barriendo la puerta de su casa, se halló un ochavito.  Dijo para sí: ¿Qué haré con este ochavito? ¿Compraré piñones? No, que no los puedo partir. ¿Compraré merengues? No, que es una golosina.  Pensó más, y se fue a una tienda, donde compró un poco de arrebol, se lavó, se peinó, se aderezó, se puso su colorete y se sentó a la ventana. Ya se ve; como que estaba tan acicalada y tan bonita, todo el que pasaba se enamoraba de ella. Pasó un toro, y le dijo: -Hormiguita, ¿te quieres casar conmigo? -¿Y cómo me enamorarás? -respondió la hormiguita. El toro se puso a rugir; la hormiga se tapó los oídos con ambas patas. -Sigue tu camino -le dijo al toro-, que me asustas, me asombras y me espantas. Y lo propio sucedió con un perro que ladró, un gato que maulló, un cochino que gruñó, un gallo que cacareó. Todos causaban alejamiento a la hormiga; ninguno se ganó su volunt...

Blancanieves - Hermanos Grimm

Era un crudo día de invierno, y los copos de nieve caían del cielo como blancas plumas. La Reina cosía junto a una ventana, cuyo marco era de ébano. Y como mientras cosía miraba caer los copos, con la aguja se pinchó un dedo y tres gotas de sangre fueron a caer sobre la nieve. El rojo de la sangre destacaba bellamente sobre el fondo blanco, y ella pensó: «¡Ah, si pudiese tener una hija que fuese blanca como nieve, roja como sangre y negra como el ébano de esta ventana!».   No mucho tiempo después le nació una niña que era blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y de cabello negro como la madera de ébano; y por eso le pusieron por nombre Blancanieves. Pero al nacer ella, murió la Reina.   Un año más tarde, el Rey volvió a casarse. La nueva reina era muy bella, pero orgullosa y altanera, y no podía sufrir que nadie la aventajase en hermosura.   Tenía un espejo prodigioso, y cada vez que se miraba en él, le preguntaba: «Espejito en la pared, dime una cosa: ¿quién es d...

Una esfera perfecta - Eduardo Vaquerizo

  1 Una esfera perfecta, roja, trémula en la punta de mi dedo. Apenas un movimiento y caerá. Se apagaran las mil velas de la sala del trono, arderán las sillas de los regidores y el sol teñirá de fuego por última vez las cúpulas de la ciudad alta. Indiferentes, los pájaros sagrados gritarán al atardecer como han hecho siempre, como siempre seguirán haciendo. Esa esfera al borde del abismo, más allá de la velocidad, de las pasiones, de la vida. Una mañana escuché tumulto. Justo delante del puesto unos orgos oscuros, de músculos nudosos como raíces barnizadas, apartaban a la gente a empellones. Sin esfuerzo aparente transportaban un aparatoso palanquín ornado de cobre y plata que se bamboleaba debido a su paso vivo.  Una niña de unos doce años, rapada según una condantía hereditaria y vestida con el ocre de la niñez, asomó desde detrás del terciopelo de la cortina y me miró de medio lado.  Tan asombrado estaba que no pude moverme. Esa mirada... nunca había visto nad...