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El mudo - Eraclio Zepeda

     Cuando lo llegaron a sacar de la casa que le servía de calabozo, la madrugada estaba apareciendo. De un salto se incorporó del camastro al sentir la llegada de los cuatro soldados y del teniente Cástulo Gonzaga. Allí estaban ya.       La última noche había terminado y era el mero día. Recorrió con la vista a los soldados y hubiera querido que se desaparecieran y que todo quedara como un susto. Pero los cuatro hombres, con sus sombreros de palma, la carrillera chimuela de cartuchos y las recias carabinas seguían allí frente a él, listos para cumplirle lo ofrecido.       La noche anterior le habían dicho que se echara su último sueño porque a las seis de la mañana lo iban a fusilar. Así, pelón y de golpe se lo habían hecho saber.     Las caras de los soldados relumbraban en la penumbra del cuartucho. Parecía como si se hubieran untado manteca en los pómulos y en la barba. Tenían los ojos fijos y cansados, rojos, co...

Colgado o fusilado - Cuento árabe

 Cuando nació la hija mayor del califa, los magos y adivinos de la Corte fueron convocados para predecir su fortuna. Para espanto de sus padres, todas las profecías coincidían: los astros anunciaban que la princesa se casaría con un pobre extranjero. Era muy mala noticia, pero al menos se podía hacer algo para tratar de evitarla. El poderoso califa nunca había tenido simpatía por los extranjeros. Pero desde entonces, los odiaba y les temía. No le interesaba que entraran en su reino y quería darles una buena razón para mantenerse alejados. Al mismo tiempo, no se conformaba con ser recordado como un gobernante más, y pretendía hacerse fama de ingenioso. De modo que en lugar de prohibir simple y llanamente que cualquier extranjero cruzara la frontera del país, hizo promulgar el siguiente bando: Todo extranjero que pretenda entrar en mi reino, está obligado a decirles a los guardias de la frontera algo sobre sí mismo. Si miente, será fusilado; pero si dice la verdad, será colga...