Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como revolución

El mudo - Eraclio Zepeda

     Cuando lo llegaron a sacar de la casa que le servía de calabozo, la madrugada estaba apareciendo. De un salto se incorporó del camastro al sentir la llegada de los cuatro soldados y del teniente Cástulo Gonzaga. Allí estaban ya.       La última noche había terminado y era el mero día. Recorrió con la vista a los soldados y hubiera querido que se desaparecieran y que todo quedara como un susto. Pero los cuatro hombres, con sus sombreros de palma, la carrillera chimuela de cartuchos y las recias carabinas seguían allí frente a él, listos para cumplirle lo ofrecido.       La noche anterior le habían dicho que se echara su último sueño porque a las seis de la mañana lo iban a fusilar. Así, pelón y de golpe se lo habían hecho saber.     Las caras de los soldados relumbraban en la penumbra del cuartucho. Parecía como si se hubieran untado manteca en los pómulos y en la barba. Tenían los ojos fijos y cansados, rojos, co...

La sombra de la guillotina - Washington Irving

Cuando la claridad del día siguió su camino hacia el oeste, dejando al Sol oculto tras oscuros nubarrones, París se sumió en una negra y fría noche de invierno. La lluvia comenzó a caer, como si hubiera estado aguardando la llegada de las tinieblas. Un viento helado, salido tal vez de las entrañas del Polo, ayudó a barrer de almas y cuerpos las calles de la ciudad. Al filo de la medianoche, una sombra se dirigió, calado el hongo hasta las orejas y envuelta en fusca y amplia capa, a la única casa que aún mantenía una tenue luz encendida en la sórdida calle. El solitario viandante empujó la chirriante puerta de madera que tenía ante sí y penetró en el local. Se trataba de una mugrienta taberna de ennegrecidas e inexpresivas paredes, cuyo único y discordante adorno eran unas raídas y no menos mugrosas escarapelas tricolores de la todavía incipiente Revolución. El recién llegado denotaba un cierto aire de distinción, era alto y flaco, y su mirada parecía la de alguien que ha contemplado ...

Pelagia - Mijail Zoshchenko

Pelagia era una analfabeta . No sabía ni escribir su propio nombre. Sin embargo, su marido era un funcionario soviético de cierta categoría, si bien en otra época había sido un simple campesino. Cinco años de vida en la ciudad le habían enseñado mucho. No sólo a escribir su nombre, sino muchísimas otras cosas. Y se sentía avergonzado de tener una mujer analfabeta. —Deberías aprender cuando menos a escribir tu nombre, Pelageyushka—solía decirle—. Mi apellido es muy fácil, tan sólo dos sílabas: Kuch-kin, y aun así, no sabes escribirlo. ¡Es terrible!   Pelagia soslayaba el asunto: —No veo la necesidad de empezar a aprender ahora, Iván Nikolaievich —contestaba ella—. Estoy envejeciendo y mis dedos se entorpecen. ¿Por qué voy a intentar aprender ahora a escribir todas esas letras? Deja que aprendan los jóvenes. Yo me haré vieja tal y como he vivido siempre. El marido de Pelagia era un hombre muy atareado y no podía perder el tiempo con su mujer. Movía la cabeza como diciendo: ...

La noche del indio - Francisco Tario

Aquí, en la llanura solitaria, igual de día que de noche, lo mismo durante las sequías ardientes que durante la época de los chubascos —días festivos y días de labor— mi vida es triste, mala, monótona... Mi abuelo fue campesino, mi padre fue campesino y yo también lo soy. Todos nacimos y vivimos sobre este mismo puñado de tierra; contemplamos los mismos paisajes; comimos de la misma fruta... Tengo mujer y cinco hijos —el mayor de nueve años— y habito una pequeña choza con las paredes de adobe y la techumbre de paja... Mi abuelo no supo leer; mi padre no supo leer; ni mi mujer y yo sabemos tampoco. Y puesto que no hay escuelas por estos rumbos, mis hijos no aprenderán nunca. Sin embargo, yo quisiera que aprendieran; quisiera que, de mayores, pudieran ellos enseñar a sus hijos, señalándoles las letras con sus propios dedos. Podrían entonces abandonar el campo e instalarse en la ciudad. Allí hay dinero, casas muy grandes, personas sumamente influyentes y modo de ganarse el pan cómodamen...