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Mostrando las entradas etiquetadas como París

Pisadas - Harlan Ellison

Para ella, la oscuridad nunca llegaba a la Ciudad de la Luz. Para ella, la noche era el tiempo de la vida, un tiempo lleno de momentos de luz más brillantes que todo el neón barato que mancillaba Champs Elysées. Como no había llegado nunca a Londres, ni a Bucarest, ni a Estocolmo, ni a ninguna de las quince ciudades que había visitado en sus vacaciones. Su gira de gourmet por las capitales de Europa. Pero la noche había llegado frecuentemente a Los Ángeles. Precipitando su huida, obligando a la precaución, produciendo dolor y hambre, una terrible hambre que no podía ser saciada, un dolor que no podía ser arrancado de su cuerpo. Los Ángeles se había vuelto peligrosa. Demasiado peligrosa para uno de los hijos de la noche. Pero Los Ángeles había quedado atrás, y todos los titulares de los periódicos acerca del carnicero loco , acerca del destripador , acerca de las terribles muertes . Todo quedaba atrás... y también Londres, Bucarest, Estocolmo, y una docena de otros pastos. Quinc...

La sombra de la guillotina - Washington Irving

Cuando la claridad del día siguió su camino hacia el oeste, dejando al Sol oculto tras oscuros nubarrones, París se sumió en una negra y fría noche de invierno. La lluvia comenzó a caer, como si hubiera estado aguardando la llegada de las tinieblas. Un viento helado, salido tal vez de las entrañas del Polo, ayudó a barrer de almas y cuerpos las calles de la ciudad. Al filo de la medianoche, una sombra se dirigió, calado el hongo hasta las orejas y envuelta en fusca y amplia capa, a la única casa que aún mantenía una tenue luz encendida en la sórdida calle. El solitario viandante empujó la chirriante puerta de madera que tenía ante sí y penetró en el local. Se trataba de una mugrienta taberna de ennegrecidas e inexpresivas paredes, cuyo único y discordante adorno eran unas raídas y no menos mugrosas escarapelas tricolores de la todavía incipiente Revolución. El recién llegado denotaba un cierto aire de distinción, era alto y flaco, y su mirada parecía la de alguien que ha contemplado ...

Pena de muerte - Georges Simenon

El peligro más grande, en esta clase de asuntos, es llegar a hastiarse. El "plantón", como se dice, duraba ya doce días; el inspector Janvier y el brigadier Lucas se relevaban con una paciencia incansable, pero Maigret había tomado a su cuenta un buen centenar de horas porque él solo, en suma, sabía quizá a dónde quería llegar. Aquella mañana, Lucas le había telefoneado desde el bulevar de Batignolles:   —Los pájaros tienen aspecto de querer volar... La mujer del cuarto acaba de decirme que están cerrando sus maletas... A las ocho, Maigret estaba de guardia en un taxi, no lejos del hotel Beauséjour, con una maleta a sus pies. Llovía. Era domingo. A las ocho y cuarto, la pareja salía del hotel con tres maletas y llamaba a un taxi. A las ocho y media, éste se detenía ante una cervecería de la estación del Norte, frente al gran reloj. Maigret bajaba también de su coche y, sin esconderse, se sentaba en la terraza, en un velador contiguo al de sus "pájaros". ...