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Viento - Eraclio Zepeda

El Matías estaba con el aburrimiento prendido de los labios. El mal tiempo había llegado quince días atrás, y desde entonces, no había dejado de caer esa agüita tonta y desesperante que pone de mal humor a los hombres y a los animales. Los cerros se habían perdido desde dos semanas antes en una neblina espesa venida de quién sabe dónde. —Vientooo. .. Vientooo... Sentado a la puerta de su jacal veía pasar a las bestias que se hundían hasta la barriga en el lodo del camino; los arrieros, con el coraje bajándoles junto con el agua que resbalaba de los sombreros, veían a Matías impasible en su observación del cielo, del tiempo, de los trabajos, de las lluvias, de los vuelos húmedos y nerviosos de las grandes aves carniceras. Nada era demasiado importante para que Matías abandonara su oficio de observador del agua. Ya no aguantaba esto de tener que pasarse metido adentro de la casa, aguardando a que el día menos pensado el sol alumbrara estos campos de Solosuchiapa, y el calorcito ahu...

Prismática - Samuel R. Delany

  I   Érase una vez un hombre pobre llamado Amos. Carecía de todo excepto de un pelo rojo vivo, unos ágiles dedos, pies rápidos y pensamiento aún más rápido. Un gris atardecer en el que la lluvia susurraba en las nubes a punto de caer, apareció por la calle empedrada dirigiéndose hacia la Taberna del Marinero para jugar a las pajas con Billy Belay, el marinero que tenía una pata de palo y la boca siempre llena de historias, que rumiaba y escupía a su alrededor durante toda la noche. Billy Belay hablaba y bebía y se reía, y a veces cantaba. Amos se sentaba apaciblemente y escuchaba, y ganaba siempre a las pajas. Pero aquella tarde al entrar Amos en la taberna, Billy estaba en silencio, al igual que todos los demás. Hasta Hidalga, la mujer que era la propietaria de la taberna y que no se tomaba en serio el parloteo de hombre alguno, estaba acodada en el mostrador y escuchando con la boca abierta. La única persona que hablaba era un hombre alto, delgado y gris. Vestía una...