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La Llave Dorada - Hermanos Grimm

  Zagal, que era muy pobre, tuvo que salir, tras la gran nevada invernal, en su trineo, a por leña. Y cuando ya la había reunido y la había cargado, como tenía tantísimo frío, en lugar de irse a su casa quiso antes encender un fuego y calentarse un poco. Cavó en la nieve y cuando estaba limpiando el suelo encontró una llave dorada. Enton­ces pensó que donde estaba la llave tenía que estar tam­bién la cerradura correspondiente, y siguió cavando y encontró una cajita de hierro. « ¡Ay, ojalá sirva la llave! », pensó, pues seguro que había cosas maravillosas y muy valiosas dentro. Buscó, pero allí no había ojo de la cerra­dura. Al fin, sin embargo, encontró uno pequeñísimo y probó, y la llave entró perfectamente. Así que le dio una vuelta y ahora tenemos que esperar a que abra del todo y entonces veremos lo que hay dentro.

La Puerta y El Pino - Robert Louis Stevenson

Aborrecía el conde a cierto barón alemán, forastero en Roma. Las razones de este aborrecimiento no importan; pero como tenía el firme propósito de vengarse, con un mínimo de peligro, las mantuvo secretas aun del barón. En verdad, tal es la primera ley de la venganza, ya que el odio revelado es odio impotente. El conde era curioso e inquisitivo; tenía algo de artista; todo lo ejecutaba con una perfección exacta que se extendía no sólo a los medios o instrumentos. Cabalgaba un día por las afueras y llegó a un camino borrado que se perdía en los pantanos que circundaban a Roma. A la derecha había una antigua tumba romana; a la izquierda, una casa abandonada entre un jardín de siemprevivas. Ese camino lo condujo a un campo de ruinas, en cuyo centro, en el declive de una colina, vio una puerta abierta y, no lejos, un solitario pino atrofiado, no mayor que un arbusto. El sitio era desierto y secreto; el conde presintió que algo favorable acechaba en la soledad; ató el caballo al pino, encen...