Nuevas reglas de física - Dezohara Bollstadt

Hace tiempo tenía un vecino al que calificaría de controlador. Hoy lo recordé por un evento singular.
Este vecino a primera vista, era acomedido, amable y su eslogan era: “yo me llevo bien con todos”, por supuesto, quienes lo trataban únicamente en fiestas o de pasada, era el personaje más encantado de la historia, pero yo, que lo trataba diario, logré ver su “lado oscuro”.
Era tan controlador que si te prestaba cosas tenías que usarlas de la manera como él dijera o se enojaba; si tomabas un DVD o CD por curioso, debías dejarlo en el orden alfabético que él tenía; al colgar la ropa los ganchos o pinzas debían estar a cinco cm. de distancia uno de otro; aparte de muchas otras cosas, tenía teorías que desafiaban la física.
A mi directamente me dijo que el aceite se hundía en el agua. Lo cual me causaba un golpe a mi realidad, sobre todo por mis clases de ciencia donde estudiábamos la densidad y con mis propios ojitos vi que siempre flotaba el aceite sobre el agua.
Un día, me vio en el patio en proceso de lavar la ropa y él en su hábito de controlar todo, me “enseñó” a usar mi lavadora. Él lavaba su ropa, que era una carga pesada, en el ciclo de carga pequeña y el día de mi “lección de lavado” descubrí que no era por un espíritu ambientalista, sino y cito: “si le echas la mitad del agua, la ropa se seca más rápido”.
Todavía sigo sin entender la frase, quiere decir que ¿su ropa no absorbe la misma cantidad de agua que la del resto del planeta? Cabe decir que su ropa siempre se mantiene sucia aun cuando acaba de ser lavada. Pero él siempre ha de hacer lo correcto.
Todo esto vino a mi memoria porque hoy en una tienda de regalos un pequeño de cinco años le preguntó a su madre ¿por qué el fuego flota? Con referencia a unas velas flotantes, encendidas, que la vendedora tenía sobre el mostrador…
La pregunta es curiosa en un pequeño… pero en un señor de 50 años... me deja un amargo sabor de boca.

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