Única edición - Dezohara Bollstadt

 Cuando estaba en la universidad vivía en una casa compartida con varias compañeras de cuarto, ahora conocidas bajo el suculento término de roommate. Una de ellas, de la que hablaré en particular,  en su imaginación estudiaba derecho, en realidad no iba a clases, sólo usaba el lugar como refugio porque su padre la invitó a salir de su casa, debido a su comportamiento irresponsable con la bebida, la vagancia y las fiestas.
Su conducta no era diferente en la casa, la única ventaja es que no teníamos fiestas, porque la dueña del lugar las tenía prohibidas. Dentro de sus “virtudes” era coleccionar películas en formato DVD pirata, de las que son especiales, grabadas de cine.
También conservaba entre sus pertenencias libros que “su papá le había dejado” entre esas benéficas donaciones tenía una edición común de “Cien años de Soledad” del escritor Gabriel García Márquez.
El problema fue que yo estudiaba literatura latinoamericana y uno de los autores era García Márquez y en las librerías del viejo conseguí “Cien años de Soledad” una edición de  viejita Espasa-Calpe editada en Madrid. Yo era feliz con mi novela, y comencé a coleccionar todos los libros de ese autor.
Una tarde la roommate fiestera me reclamó mi libro, diciendo que era de ella, por cierto estaba alcoholizada y se sentía “el alma de la fiesta” y de repentinamente sacó una lista con su ilegible letra de todos los libros que se le habían perdido y que quería de regreso.
Al inició me enfurecí, pero luego recordé una regla de vida: “Nunca discutas con un borracho”, así que tomé su lista y le dije que tendría sus libros, como era de esperarse se puso necia, pero entre las otras dos roommate la seguimos emborrachando hasta que perdió el sentido. La buena noticia es que a la noche siguiente que despertó, no se acordó de nada.
Pero esta situación de reclamar libros retornaba con cada vez que bebía y se justificaba, diciendo: “yo sé que ese es mi libro porque se llama igual que el mío”. Estallé en carcajadas, en su mundo de alcohol, las editoriales sólo publican un solo ejemplar y sólo podía haber un libro con el mismo nombre.
Con el dolor de mi corazón, bajé los libros que necesitaba en PDF, y resguardé mis amados libros a casa de mi mamá, terminó el semestre y busqué una nueva morada.
Ahora tengo mi libro en mis manos y aunque no quiera, recuerdo a esa mujer e imagino lo famosa  que sería si ella tuviera la única edición, en todo el mundo, de ese libro.

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