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Mostrando las entradas etiquetadas como Dick

Algunas peculiaridades de los ojos - Philip K. Dick

Descubrí por puro accidente que la Tierra había sido invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se me ocurre qué. Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la situación esté controlada. Estaba sentado en mi butaca, pasando las páginas de un libro de bolsillo que alguien había olvidado en el autobús, cuando topé con la referencia que me puso en la pista. Por un momento, no reaccioné. Tardé un rato en comprender su importancia. Cuando la asimilé, me pareció extraño que no hubiera reparado en ella de inmediato. Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles características. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres humanos normales. Sin embargo, las siguientes observaciones del ...

El gato de Dick Baker - Mark Twain

     Uno de mis camaradas allí —otra de esas víctimas de dieciocho años de trabajo infructuoso y esperanzas frustradas— era una de las almas más nobles que jamás haya llevado pacientemente su cruz por un exilio lleno de fatigas. Hablo del grave y sencillo Dick Baker, minero del Barranco del Caballo Muerto. Tenía cuarenta y seis años, era gris como una rata, serio, pensativo, de escasa educación, vestía con desaliño y siempre iba manchado de barro, pero su corazón era de un metal más precioso que todo el oro que nunca pudo sacar con su pala. En realidad, que todo el que jamás se haya extraído o acuñado.          Siempre que le fallaba la suerte o se sentía desanimado, le daba por lamentarse de la pérdida de un gato maravilloso que había tenido (porque a falta de mujeres e hijos, los hombres de buen corazón se encariñan con las mascotas, pues necesitan algo que amar). Y siempre hablaba de la singular inteligencia de ese gato, como si en el fondo ...

Servir al Amo - Phillip K. Dick

Applequist tomó un atajo por un campo desierto, subió por un estrecho sendero que corría paralelo a la grieta bostezante de un precipicio, y entonces oyó la voz. Se paró en seco y empuñó la pistola. Escuchó durante largo rato pero sólo captó el lejano roce del viento entre los árboles truncados que bordeaban el risco, un murmullo que se confundía con el crujido de la hierba reseca bajo sus pies. La voz procedía del barranco, su fondo se veía enmarañado y lleno de desperdicios. Se acuclillo en el borde y trató de localizar la voz. No percibió ni un movimiento, nada que revelara el origen. Las piernas empezaron a dolerle. Las moscas zumbaron a su alrededor y se posaron en su frente sudorosa. El sol le producía dolor de cabeza. Las nubes de polvo habían sido bastante finas durante los meses pasados. Su reloj a prueba de radiaciones le informó de que eran las tres. Por fin, se encogió de hombros y se levantó con dificultades. A la mierda. Que envíen una patrulla armada. No era su problema....

La segunda variedad - Phillip K. Dick

El soldado ruso subía nervioso la ladera, con el fusil preparado. Miró a su alrededor, se lamió los secos labios. De vez en cuando se llevaba una enguantada mano al cuello y se enjugaba el sudor y se abría el cuello de la guerrera. Eric se volvió al cabo Leone. —¿Lo quieres tú? ¿O lo mato yo? —ajustó el punto de mira de modo que la cara del ruso quedase encuadrada en la lente cortada por las líneas del blanco. Leone lo pensó. El ruso estaba cerca, se movía con rapidez, casi corriendo. —No dispares. Espera. No creo que sea necesario. El ruso incremento su velocidad, pateando cenizas y montones de escombros a su paso. Llegó a la cima de la ladera y se detuvo, jadeando, y miró a su alrededor. Había un cielo plomizo de móviles nubes de partículas grises. Brotaban de tanto en tanto troncos de árboles; el suelo pelado y desnudo, lleno de desperdicios y de ruinas de edificios surgiendo de cuando en cuando como amarilleantes cráneos. El ruso estaba inquieto. Sabía que algo iba mal. Miró ...