La distorción que vino de espacio - Francis Flagg
El meteoro cayó aquella noche detrás de la Montaña del Oso. Jim Blake y yo lo vimos cruzar por el cielo. Era del tamaño de un pequeño globo y tenía una cola incandescente. Supimos que había caído a una distancia de pocos kilómetros de nuestro campamento, y luego vimos el opaco resplandor de un incendio que iluminaba el firmamento. En la ladera opuesta de la Montaña del Oso el bosque es ralo, y los pocos árboles que hay son achaparrados y crecen en manchones separados por vastos claros de suelo árido y rocoso. El incendio no se extendió, y se consumió pronto. Sentados junto al fuego de nuestro campamento hablábamos sobre los meteoritos, esos ocasionales visitantes del espacio exterior que por lo general son pequeños y se consumen por el calor al entrar en la atmósfera de la Tierra. Jim habló de uno enorme que había caído en el norte de Arizona antes de la llegada del hombre blanco; y de otro más reciente que cayó en Siberia. —Por fortuna —dijo— los meteoritos causan ...