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Mostrando las entradas etiquetadas como Roger

La canción de Thelinde - Roger Zelazny

A través del atardecer, al otro lado de la montaña, bajo una luna enorme y dorada, Thelinde estaba cantando. En el elevado salón brujesco de Caer Devash, circundado por completo de pinos y reflejado muy por debajo de las rocas en el plateado río denominado Denesh, Mildin oyó la voz de su hija y las palabras del canto:   «Los hombres del Oeste son fuertes, los hombres del Oeste son valientes, pero Dilvish el Maldito regresó e hizo de su sangre fríos torrentes. Mientras lo perseguían de Portaroy a Dilfar, en la zona oriental, Dilvish montaba una criatura traída del Infierno: un negro y metálico animal. No lograron herir ni detener a su montura, el caballo que los hombres llaman Black, porque el coronel adquirió enorme sabiduría con la maldición de Jelerak...»   Mildin se estremeció, cogió su reluciente capa de bruja (ella era Dama del Aquelarre) y tras echársela a la espalda y atársela al cuello con la ahumada Piedra de la Luna, se transformó en u...

El hombre que amó a una Faioli - Roger Zelazny

       Ésta es la historia de John Auden y la faioli, que nadie conoce mejor que yo. Escúchenla... Sucedió una noche, cuando él estaba paseando (pues no  había motivos para no pasear) por sus sitios favoritos de todo el mundo, cuando vio a la faioli, cerca del Cañón de la Muerte, sentada sobre una roca, mientras que sus alas de luz revoloteaban, revoloteaban, revoloteaban hasta desvanecerse, apareciendo entonces sentada allí una muchacha humana, vestida completamente de blanco y llorando, con largas trenzas negras enrolladas a la cintura. Se aproximó a ella ante la cegadora luz que despedía el moribundo sol, cuando los ojos humanos no podían distinguir distancias ni calcular perspectivas adecuadamente (pero los suyos sí), y apoyando su mano derecha en el hombro de ella y la dijo unas palabras de salutación y consuelo. Fue, sin embargo, como si él no existiera. Continuó su llanto, regando de plata sus mejillas de color de nieve o de hueso. Sus ojos almendra...

La negra sombra del caballo - Roger Zelazny

 En la gran sala de la  Casa de la Muerte una sombra enorme se proyecta contra el muro, detrás del trono de Anubis. Podría pensarse que se trata de un motivo decorativo, un alto relieve, un fresco, si no fuera porque es totalmente negra y parece contener en sí misma algo de una profundidad infinita. Además, está animada por un imperceptible movimiento. Se trata de la sombra de un monstruoso caballo, y de ningún modo se ve afectada por los estallidos de luz que emiten los dos braseros que arden a una y otra parte del trono. No hay nada en la gran Sala capaz de proyectar una sombra tan grande, pero el que pudiera haber estado con el oído atento en tal lugar podría haber percibido el ruido de una respiración ligera. Con cada espiración audible, las llamas se repliegan, para alzarse a continuación. Se desplaza lentamente a través de la sala y vuelve a posarse en el trono, haciéndose así completamente visible a la mirada a cualquiera que en la Sala hubiera tenido ojos para ...

El monstruo y la doncella - Zelazny Roger

 Un gran desasosiego cundió entre la gente, pues había llegado otra vez el momento de la decisión. Los Mayores votaron por los candidatos y el sacrificio fue ratificado a pesar de las objeciones de Ryllik, el más viejo. —És un error capitular de esta manera —argumentó. Pero no le respondieron, y llevaron a la joven virgen a la gruta de los humos y le dieron las hojas del sopor. Ryllik miró con desaprobación. —No tendría que ser así —declaró—. Es un error. —Siempre ha sido así —dijeron los demás— en la primavera y el otoño de cada año. —Y miraron con preocupación hacia el sendero donde el sol vertía la mañana sobre el mundo. El dios ya viajaba por el frondoso bosque. —Es hora de partir —dijeron. —¿Alguna vez pensasteis en quedaros y ver qué hacía el dios monstruoso? —preguntó Ryllik con amargura. —¡Basta de blasfemias! ¡En marcha! Ryllik los siguió. —Cada año quedamos menos —dijo—. Un día no podremos ofrecer más sacrificios. —Ese día moriremos —dijeron los de...