La satanista - Mary Crawford Fraser
El mensaje que Léonie recibió de Yolanda no era muy explícito, pero algo en el tono le produjo un escalofrío mientras se dirigía apresuradamente a casa de su amiga. Nada más entrar, esta la llevó de inmediato a la sala de estar, cerró la puerta y la sentó de un empujón en el sofá. —No me tomes por loca, Léonie —empezó a decir Yolanda con gran energía—, pero ha llegado el momento de que responda a toda la confianza que me has brindado con tu sincera amistad. Y voy a hacerlo ahora mismo. Ahora mismo… —repitió, dándose la vuelta y acercándose a una alta lámpara de pie—. ¿Puedes venir aquí, por favor? Quiero que me desabroches el corpiño. No te asustes, pero haz lo que te pido. Léonie se levantó y la siguió, como sumida en un trance, con esa pasividad impuesta por la extraña ineluctabilidad de la acción y petición de su amiga. —Yolanda, querida, ¿es absolutamente necesario? —fue lo único que preguntó—. En ese caso, lo haré. Solo una vez, cuando la blusa de seda se abrió y most...