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Nieve, manzanas y cristal azogado - Neil Gaiman

  No sé qué clase de ser sea ella. Nadie lo sabe. Mató a su madre al nacer, pero eso no es suficiente para juzgar. Me llaman sabia pero estoy lejos de serlo, pues todo lo que pude vaticinar fueron fragmentos, momentos congelados atrapados en pilas de agua o en la fría superficie de un trozo de cristal azogado. Si hubiera sido sabia no habría tratado de cambiar lo que vi. Si hubiera sido sabia me habría inmolado antes de encontrarla, antes de haberlo atrapado a él. Sabia, y hechicera, es lo que ellos dicen; y yo había visto su rostro varonil en sueños y en superficies reflejantes durante toda mi vida: dieciséis años de soñar con él antes de que él atara su caballo junto al puente esa mañana y preguntara por mi nombre. Me ayudó a subir en su alto caballo y cabalgamos juntos hacia mi pequeña cabaña, mi cara sepultada en el oro de su cabellera. Él reclamó lo mejor que yo tenía; el derecho de un Rey, hablando con propiedad. Por la mañana su barba era de un rojo cobrizo, y lo reconocí,...

John, el esclavo - Cuento estadounidense

  S e llamaba John, un nombre tan común que era casi como no tener nombre. Quién sabe cómo se habría llamado si sus padres hubieran podido elegir, si hubieran vivido en libertad, allá en la lejana África, de la que ya casi no tenían recuerdos. Pero sus padres eran esclavos negros en América y no podían decidir ni siquiera el nombre de sus hijos. John era esclavo por fuera pero por dentro se sentía tanto o más libre que cualquiera. Con su gran inteligencia y su sentido del humor, desafiaba todos los días al amo y a sus capataces, haciendo reír a sus compañeros de esclavitud, que sin embargo temían constantemente por su vida. Harto de caer en sus trampas, el amo decidió que era hora de terminar con ese esclavo burlón, que lo hacía perder prestigio ante sus empleados y ante el resto de los cultivadores de algodón de la zona. Las bromas de John se comentaban incluso en los bailes de gala, y a su dueño, que era bastante tonto, le parecía que las damas sureñas se reían de él detrás d...